Fallas en vacunación: ¿se está atajando el problema?

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Las cifras de contagiados por enfermedades prevenibles no deja de crecer y la gran pregunta es si se está haciendo algo para atajar el problema de raíz, o solo se le deja correr
Una de las noticias que ha causado mayor alarma en las últimas semanas en México −y en Coahuila en particular− es el repunte que está registrando la incidencia de enfermedades prevenibles por medio de la vacunación. Los casos más relevantes, como se ha informado con oportunidad, son los de la tos ferina, la varicela y el sarampión.
La preocupación se ha agudizado, sobre todo en el caso de la tos ferina debido a un detalle peculiar: al menos en Coahuila, el casi medio centenar de casos diagnosticados en lo que va del año −de los cuales han fallecido cuatro− corresponden a niños a quienes no se aplicó la vacuna contra esta enfermedad respiratoria.
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En el resto del país la situación es similar. Las autoridades sanitarias han confirmado que prácticamente todos los casos diagnosticados en las últimas semanas corresponden a menores a los cuales no se les aplicó la vacuna.
¿Se trató de un acto de negligencia de sus padres? ¿Detrás del fenómeno se encuentra la influencia de los “antivacunas”?
De acuerdo con la información que se conoce, la respuesta a las dos preguntas anteriores es un rotundo “no”. La razón por la cual los menores contagiados −y las víctimas fatales− no recibieron el inmunizante que les permitiera desarrollar los anticuerpos necesarios para evitar enfermarse fue que, en los últimos años, el Gobierno de la República no adquirió, ni distribuyó, ni aplicó oportunamente las vacunas necesarias a todos los niños del país.
¿Y por qué no lo hizo? La respuesta es tan sencilla como aterradora: porque, para poder financiar los denominados “programas del bienestar”, es decir, las transferencias de efectivo a las familias, fue recortando el presupuesto de prácticamente todas las demás áreas... incluida la salud.
El “razonamiento” −si acaso puede llamársele de esa manera− detrás de tal decisión fue expuesto en múltiples ocasiones por el expresidente López Obrador: era “más eficiente” entregarle dinero directamente a las personas y que, con tales recursos, se procuraran ellas los satisfactores que requirieran, que mantener programas gubernamentales que eran fuentes de corrupción.
El resultado está a la vista en lo que a vacunación hace: enfermedades que ya habían sido controladas en su incidencia están reapareciendo y, en no pocos casos, el desenlace está siendo fatal.
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La pregunta obligada ante tal realidad es si el Gobierno de Claudia Sheinbaum está tomando nota de los hechos y asumiendo la necesidad de rectificar de la única forma razonable: devolviendo al sector salud la capacidad de mantener un sistema nacional de vacunación como el que ya se había construido en el país y funcionaba con eficacia.
Porque no se trata solamente de proveer de la atención médica necesaria a los niños que ya han enfermado, sino de garantizar que el brote de estas enfermedades sea contenido en el menor tiempo posible. Las víctimas mortales que ha cobrado hasta ahora la negligencia del pasado reciente deberían ser suficientes para obligar a una rápida rectificación.