¡Felicidades, Saltillo 446!
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La ciudad en la que se nace ofrece los primeros encuentros con los cuales empezamos a forjar la memoria. Ese primer atardecer, la luna llena y las sombras que en la noche se proyectan sobre las aceras y los hogares, son los recuerdos de estreno que se van acumulando en una memoria que no alcanzamos todavía a descubrir; sin saberlo, cada recuerdo se va grabando en nuestro pensamiento y en nuestro corazón.
Un aroma a manzanilla a mitad del verano; el del café o champurrado y pan dulce en la tarde de un invierno. Se vuelve la vista al sitio de donde procede ese aroma y nos topamos con la casa paterna o aquella panadería que haría las delicias de la infancia. La oscuridad de las bóvedas de una iglesia que invitan al recogimiento y, a la salida, la luz que se estrella en las baldosas de la calle empiezan a formar parte de un mosaico con el que se va construyendo nuestra propia identidad con respecto a la ciudad en que nacimos y dimos los primeros pasos. La identidad da lugar al amor a la casa, al terruño, a sus edificios y sus calles.
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Saltillense de esta estirpe, que encontró en la ciudad un hábitat para la emoción, es el maestro Ariel Gutiérrez Cabello, autor de “Calles y Otros Lugares del Saltillo Antiguo”, edición del Instituto Municipal de Cultura que irradia fascinación por cada rincón, por las historias de personajes y la crónica de los días en nuestro Saltillo.
El libro aborda la manera en que los primeros habitantes, de la Villa de Santiago del Saltillo y el pueblo de San Esteban de la Nueva Tlaxcala, hicieron referencias católicas en los nombres de las antiguas calles y plazas por ser esta la religión asentada, así como las que los propios tlaxcaltecas trajeron en su bagaje.
Hay encuentros fascinantes con personajes de gran interés: entre ellos Teodoro S. Abbott, quien llegó a Saltillo como ingeniero civil durante la construcción del ferrocarril y, entre sus importantes aportaciones, elaboró la Carta Geográfica General del Estado por órdenes de del gobernador Miguel Cárdenas en 1905.
Resulta emocionante imaginar a quienes nos antecedieron recorriendo las calles que el maestro Ariel retrata en este libro. Pensar en aquellos que, gracias a los baños que tomaban los trabajadores de las numerosas huertas de la zona en la hoy calle de Murguía, fue denominada la calle de los Baños. “Después del refrescante baño veraniego, los dueños disponían platones de fruta e invitaban a desayunar bajo la sombra de las grandes chayoteras, los trabajadores tomaban el baño en plena calle, directo del abundante caudal de la acequia”, apunta el autor.
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¿Qué sociedad está retratada, que ya se fue? ¿Cuándo sería la última vez en que el grupo de personas que acostumbraban, en junio, bañarse y celebrar así el Día de San Juan, el 24, lo hicieron y con ello cerraron un momento histórico?
A la ciudad la llevamos impresa en el corazón. Por donde quiera que andemos, la llevamos en nuestra forma de ser y de expresarnos. Cuánto de todo lo que se relata en este espléndido libro está estampado en nuestra piel. Cuánto se fue con los que nos antecedieron y le dieron perfil y figura. Aquí están nuestros abuelos, nuestros padres, nosotros mismos.
En lo alto, el reloj del campanario de Catedral ha vigilado las horas de este valle. Ha visto pasar historias, ha visto transitar apresuradas a sus gentes, a detenerse, a rezar. Y desde ahí, les ha cantado las horas.
(Fragmento de la autora en la presentación del libro del maestro Ariel Gutiérrez, el 24 de julio de 2023, en el Centro Cultural Vito Alessio Robles, dentro de los eventos de la Fiesta Internacional de las Artes 446, del Ayuntamiento de Saltillo y su Instituto Municipal de Cultura)