Gracias, gracias, gracias...
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El próximo miércoles estaremos, con el favor de Dios, cerrando un ciclo más de nuestra vida. Le diremos adiós al 2025 y se abrirá la puerta para recibir al que viene. Cerrar con gratitud lo que hemos vivido es bien importante, implica agradecer lo aprendido, también los retos superados, cada vivencia, grande o pequeña, así es como debe darse la bienvenida, es la manera más sana para tener propósito y positividad. Aprender a soltar lo que no nos sirve y valorar lo recorrido, nos permite mejorar el ánimo e iniciar con toda la enjundia el periodo que sigue. Recuerdo a un buen amigo que me compartía que cada fin de año apuntaba en un papel lo que le había representado dolor y congoja, después arrugaba el papel y lo ponía en un cacharrito de metal y lo quemaba. “Me siento liberado, sin ataduras y hasta sonrío”. Voy a hacerlo. Pero también haré una lista de cuanto representó bien en mi alma, de las personas que me acompañaron y me brindaron su apoyo, y les daré las gracias por su generosidad.
Yo soy creyente, yo amo y creo en Dios, mi madre me enseñó a hacerlo, bendita sea. Pues también voy a agradecer a Dios su magnanimidad, su misericordia, cada abrazo que le pedí junto a su corazón, para que me diera fuerzas y seguir adelante. Este mes de diciembre que termina le he dado mucha lata. Y Él está ahí, para mí, y para todos los que acudimos a su amparo. Es un maestro de maestros, sus lecciones iluminan de fe y de esperanza el ser entero. Su sabiduría es infalible. Brindemos por todo lo vivido, por lo aprendido, por lo que traerá el mañana. No pienso quedarme con nada que me agobie el ánimo, adiós, son desgastes innecesarios. La calma, la claridad, el estar bien con uno mismo, debemos ponderarlo, fortalecerlo y acrecentarlo.
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Todo lo vivido en este 2025 nos dejó lecciones y no hay que perderlas de vista. Cada experiencia, buena o mala, debe servirnos. No nos permitamos quedar atrapados en el pasado, machacando lo que no salió bien. Adiós y a no tropezar con la misma piedra. Ya sabemos cómo no, ahora vámonos sobre el cómo sí. Al futuro hay que avizorarlo con ESPERANZA. Y a Dios rogando y con el mazo dando, como reza el sabio adagio. Aceptar los errores no significa darse por vencido, sino todo lo contrario. Es cuando hay que esforzarse con más ganas y determinación, para no volver a cometerlos. Agradezcamos la enseñanza, eso es crecer, eso es luchar, eso es entender que quien persevera alcanza. Ningún triunfador se ha sentado a esperar que las cosas sucedan. Solo los necios y los soberbios culpan hasta su sombra de lo que no les sale como querían. “Todos los días se aprende, muchachos” -nos decía mi inolvidable maestro de Lógica, en preparatoria. “Hay que aprender a desechar lo que no nos sirve, y a cultivar lo que engrandece el espíritu y te hace mejor persona”. La resiliencia se nutre de lo que más trabajo nos cuesta alcanzar. Ella es el reflejo de nuestra fortaleza, es la que nos pinta de cuerpo entero en las horas aciagas. Es muy importante creer en nosotros mismos, sin esa fe interior, no se llega muy lejos
Agradezcamos a Dios cada día vivido, los soleados y los grises, como escribió el poeta, “tú nunca me dijiste que mayo fuese eterno”. De modo que gracias por la salud y también por la enfermedad, por las risas y por las tristezas. Gracias por todo lo que nos da sin siquiera pedírselo, como los campos floridos, la dulzura en la mirada de los ojos de los niños, las sonrisas amables, la existencia de personas extraordinarias con una alma grande como el horizonte. Gracias por los instantes en los que sentimos que el mundo se nos venía encima, y no eran más como en un parto, los gritos de una oportunidad nueva que llegaba. Gracias por el techo, el cobijo y el sustento que no nos ha faltado.
Amigos, hagamos un balance del 2025 en nuestras vidas. Hay más positivo que negativo, aprendamos a distinguirlo. Celebremos los logros y mantengámonos luchando para que cristalice lo que anhelamos. El año nuevo es una página en blanco, colmada de oportunidades, y antes de escribir en ella, despidamos con gratitud y serenidad el bagaje enseñanzas y aprendizajes que nos dejó el que concluye. Agradezcamos a Dios por la familia ¿Se imagina que sería de nosotros sino la tuviéramos? Con defectos y con virtudes nos aman y los amamos. A nuestra pareja, a nuestros hijos, a nuestros nietos y bisnietos, quienes ya los tienen, digámosles cuanto los amamos, la bendición que son y serán siempre. Hay personas que viven solas y su alma. Eso sí es tragedia. Tener un amigo es un regalo de Dios, démosle las gracias por esas personas mágicas que ha traído a nuestras vidas. A quienes hemos agraviado con altisonancias, con momentos ríspidos, con trato frío, con displicencia, con impaciencia, con intolerancia, pidámosles perdón, sí, PERDÓN. Mahatma Gandhi decía que “El débil no puede perdonar. El perdón es un atributo de los fuertes”. Mark Twain que: “El perdón es la fragancia que derrama la violeta en el talón que la aplastó”. Paul Boese, que: “Perdonar no cambia el pasado, pero amplía el futuro”. Y Lewis B. Smedes que: “Perdonar es liberar a un prisionero y descubrir que el prisionero eras tú”.
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Hagamos una pausa para agradecer cuanto nos trajo este 2025. Revisemos nuestro interior, que no sea un ejercicio de nostalgia, sino de gratitud compartida. Aquí estamos con el corazón y el ánimo echados para adelante. Que este fin de año se reavive el deseo de ser manos que ayudan, palabras que alientan y miradas que sosiegan. Que este 2026 nos encuentre más humanos, más conscientes de lo que eso significa e implica, y sobre todo, más comprometidos con el bien común. Son tiempos para la renovación y la reconciliación. El amor y la generosidad son los que hacen de la vida una belleza. Valoremos la salud, la compañía invaluable de nuestros seres queridos y nuestra paz interior. Lo demás es baladí.
FELIZ AÑO NUEVO.