Hablemos de salario digno
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Desde la Revolución Industrial del siglo 18, el salario está en el corazón de la ganancia capitalista. En la exigencia de la transición de un modo de producción agrícola a uno industrial, Marx no se equivocó al describir la sobre explotación económica –y despiadada– de niños, jóvenes, mujeres y obreros, por igual.
Las condiciones en las fábricas eran inhumanas: “largas jornadas de hasta 16 horas diarias, ambiente insano, accidentes frecuentes, empleo indistinto de hombres, mujeres, jóvenes y niños. Bajos salarios, hambre y enfermedades infecciosas (enfermedades venéreas) y sociales (alcoholismo) sin derecho a sindicalizarse o protección en la vejez”.
En ese entorno, Marx puntualizó: “la relación salarial como relación social básica de la sociedad capitalista está marcada por la desigualdad, la explotación y la dominación”. De esta manera, él entendió que la ganancia capitalista provenía de la fuerza de trabajo del obrero. La cual, era una mercancía deshumanizada y despersonalizada que creaba con su esfuerzo laboral un valor superior al suyo propio.
Por ello, el salario del trabajador constaba de dos momentos simultáneos: en el primero, el obrero obtenía la cantidad exacta para asegurar su reproducción social y la de su familia a niveles de subsistencia básica; en el segundo, el obrero generaba un trabajo excedente o plustrabajo que era apropiado por los capitalistas. Este plustrabajo o plusvalía, era precisamente la fuente de ganancia del capitalista.
La pregunta es, desde 1840 que finaliza la Revolución Industrial a la fecha, ¿ha cambiado esta situación?
Existe un largo trecho por recorrer todavía, en un mundo en el cual 49.6 millones de personas viven en condiciones de esclavitud, y de las cuales 27.6 millones están en situación de trabajo forzoso. Hoy, de 218 millones de niños que trabajan, de entre 5 y 17 años, 152 millones son víctimas del trabajo infantil y casi la mitad de estos ejercen trabajos infantiles peligrosos” (OIT, 2021).
En México, de 2019 a 2020, “los casos de explotación laboral subieron de 6 por ciento a 32 por ciento. En ese incremento la mayoría son hombres, y entre las mujeres víctimas hay muchos más casos de niñas entre los 7 y 12 años de edad. La maquila, la construcción, la minería no sindicalizada, la agricultura y el trabajo del hogar son las ocupaciones con mayor explotación laboral”.
¿Hasta qué punto, más allá de la lógica de la ganancia máxima capitalista, los empresarios han dignificado salarialmente la vida de sus trabajadores?
Existen excepciones, pero también hay corporaciones globales como Zara y C&A, con fábricas en la India, que han sido acusadas de pagar salarios de hambre o, simplemente, de no abonar sus pagos a los trabajadores en tiempo y forma. Empero, las ganancias no paran: “Zara registró un beneficio neto de 2 mil 500 millones de euros en los primeros nueve meses de 202, y C&A registró un beneficio neto de más de 300 millones de euros en los dos últimos trimestres de 2021”.
¿Qué ocurre con las empresas maquiladoras en México? Los trabajadores laboran 24 horas en tres turnos. El primero es de 6:00 a.m. a las 3:30 p.m., el segundo de las 3:00 p.m. a las 11:00 p.m. y el tercero de las 11:00 p.m. a las 6:00 a.m. del siguiente día. El salario promedio nacional es de 5 mil 200 pesos al mes: 32 pesos la hora. En este caso, también, las ganancias no se detienen.
¿Dignifican salarialmente los propietarios de las maquiladoras a sus trabajadores?, ¿o les pagan como ocurría en inicios de la Revolución Industrial en Inglaterra, sólo la cantidad exacta para asegurar su reproducción social y la de su familia a niveles de subsistencia básica?
¿Es posible un salario digno, más allá del mínimo, para que esos trabajadores y otros más puedan dignamente, “albergar y alimentar a su familia, pagar atención médica y educación, y ahorrar una pequeña cantidad para protegerse contra una emergencia”? ¿Cuáles serían sus beneficios para los empresarios y la sociedad?
Continuará...
Nota: El autor es director general del ICAI.
Sus puntos de vista no representan los de la institución.