Hijos con pereza mental
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El cerebro, como los músculos, necesita entrenamiento, constancia y buenos hábitos. Como padres, debemos ser el modelo de pensamiento crítico, esfuerzo mantenido y descanso para fortalecer
Vivimos una época en la que cualquier cosa que se haga debe hacerse con rapidez, comodidad e inmediatez. Sin embargo, muchos de nuestros hábitos cotidianos, que parecen inocentes, están en el camino de debilitar una de las herramientas más preciadas que tenemos: nuestro cerebro. Desafortunadamente, nuestros hijos los imitan originando una generación con menos tolerancia al esfuerzo mental y más dependencia de estímulos externos.
Te comparto cinco prácticas más comunes que, “sin querer queriendo” (como decía el Chavo del 8), están “entrenando” el cerebro a no esforzarse, a ser descuidado y, seguramente, muy bien conocido por todos ustedes, a preferir la distracción.
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1) Dejar de pensar por uno mismo. Hoy leemos frases de redes sociales, resúmenes de libros, videos de 15 segundos que “lo explican todo”. El problema no está en informarse, sino en hacerlo sin reflexionar. Cuando dejamos que los demás piensen en nuestro lugar (influencers, pódcast, etc.) nuestro cerebro deja de entrenar su pensamiento crítico y creativo.
2) Premiarse por comenzar, no por acabar. Existe la tendencia en muchos niños, adolescentes y jóvenes de pensar que iniciar una tarea equivale a trabajar. ¿Te suena familiar tener 20 pestañas abiertas en el ordenador y nada terminado? Nuestros hijos aprenden eso mismo: cuando el esfuerzo no lleva a la constancia, la práctica se transforma en abandono.
3) Descansar antes de esforzarse. El descanso es fundamental, sí, pero tiene que llegar después del esfuerzo, no antes de empezar. Hoy en día, un adulto o un joven que se diga “agotado” tras el día de escuela o trabajo ni siquiera ha trabajado para llegar a ese estado de agotamiento: no se han cansado. La razón de ello no es que realicen un trabajo físico o intelectual, sino que la saturación emocional que les provoca la evasión constante provoca esa sensación de agotamiento. Cada vez que decidimos dejar a un lado una tarea difícil para centrarnos en otras más atractivas, por ejemplo, y nos ponemos a jugar un videojuego, el cerebro recibe una pequeña dosis de dopamina. Y eso lo refuerza... aunque no haya hecho nada de provecho.
4) Buscar recompensas rápidas durante todo el día. Notificaciones, chats, likes, videos cortos son cada uno de ellos una minirecompensa que fragmenta nuestra atención. Así como el azúcar potencia la adicción en el cuerpo, cada una de estas distracciones potencia la adicción en el cerebro. Son placenteras, pero vacías. Nutren el deseo, pero no la reflexión.
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5) Evitar el aburrimiento a toda costa. Hoy en día, el aburrimiento parece un enemigo que debemos eliminar de inmediato. Si un niño dice “estoy aburrido”, lo primero que hacemos es ofrecerle una pantalla, un videojuego o un video en YouTube. Pero lo que pocos saben es que el aburrimiento es necesario para el desarrollo del cerebro. Es decir, cuando el cerebro no está estimulado desde afuera, comienza a construir desde adentro. Surge la creatividad, se plantean nuevas ideas y se fortalecen funciones ejecutivas, como la toma de decisiones y la capacidad de resolver problemas. En casa podemos comenzar por permitir momentos de no hacer nada, sin estímulos inmediatos.
El cerebro, como los músculos, necesita entrenamiento, constancia y buenos hábitos. Como padres, debemos ser el modelo de pensamiento crítico, esfuerzo mantenido y descanso para fortalecer. Los padres también nos hemos de preguntar: ¿qué dieta mental le estamos ofreciendo a nuestros hijos? ¿La dieta de la gratificación instantánea o la de la reflexión llevada a cabo en la profundidad de la mente? En un mundo que incita al ruido, enseñar a pensar con calma y actuar con propósito es un acto de amor por la paternidad y el liderazgo familiar.