Historia de sufrimiento
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En la década de 1870 había en Europa un anatomista de gran prestigio, llamado Theodor Ludwig Wilhelm Bischoff. Uno de sus principales proyectos consistía en pesar cerebros humanos, y tras varios años de acumular datos, observó que el peso medio del cerebro de un hombre era de mil 350 gramos, mientras que el promedio para las mujeres era de mil 250 gramos. Durante toda su vida utilizó este hecho para defender ardientemente una supuesta superioridad mental de los hombres sobre las mujeres. Siendo un científico modelo, a su muerte, Bischoff dejó una carta pidiendo que agregaran su propio cerebro a su colección. El correspondiente análisis indicó que pesaba mil 245 gramos, es decir, 5 gramos menos que el de una mujer promedio.
Hechos como este demuestran que uno de los más grandes errores en la historia de la humanidad es el de haber considerado a las mujeres como seres inferiores.
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Es difícil pensar ahora que en Atenas, cuna de la civilización occidental, en plena Edad de Oro las mujeres eran consideradas como criaturas inferiores, con una inteligencia equiparable a la de los animales domésticos. Personajes de la talla de Eurípides y Aristófanes, decían que no había en el mundo nada peor que una mujer, excepto otra mujer. A estos cultos atenienses les parecía totalmente justificable que la homosexualidad masculina fuera la forma más alta de vida, pues esa era la única manera por la cual un macho podía amar a un ser de su misma condición sin tener que rebajarse a compartir su vida con una dama.
Desde la antigüedad las mujeres tuvieron que luchar por dejar de ser consideradas como seres irracionales, intuitivos y emocionales, tratando de demostrar que poseían cualidades iguales o superiores a las de los varones.
En América del Norte, por ejemplo, se comenzó a valorar la capacidad de las mujeres cuando algunas de ellas fueron aceptadas en las escuelas de educación superior. Esto trajo como consecuencia que las mujeres empezaran a trabajar fuera del hogar, recibiendo a cambio un salario. A partir de entonces se crearon fronteras con el fin de separar las nuevas profesiones para mujeres relacionadas con la prestación de servicios tales como la enseñanza, el trabajo social y la enfermería. A pesar del gran logro que significó el hecho que las mujeres se integraran al mundo laboral, muy pocas podían encontrar un espacio para dedicarse a otras profesiones destinadas única y exclusivamente a los hombres, tales como la ingeniería, el derecho, la medicina o la investigación científica.
Marie Curie fue una de las primeras mujeres en demostrar que poseía una inteligencia infinitamente superior a la de muchos varones. Esta famosa científica formó parte del equipo que descubrió la radioactividad, ganando en 1903 el Premio Nobel de Física. A raíz de la muerte de su esposo, Marie Curie se hizo cargo de su familia, sin abandonar nunca su actividad científica. Ocho años más tarde volvió a ganar el Premio Nobel, esta vez de Química. A pesar de todos sus logros, Marie Curie fue rechazada como miembro de la prestigiosa Academia Francesa, simplemente porque era mujer.
En ocasiones sentimos que por el simple hecho de vivir en el año 2024 somos muy civilizados, sin embargo, cada día miles de mujeres son víctimas de discriminación, violación o incluso de feminicidios muy semejantes a los de la época de la barbarie.
Es triste, pero en lo que usted termine de leer este artículo, en algún lugar de nuestro país una mujer será maltratada.
No sé cómo somos capaces a veces de discriminar a la mujer, si por el simple hecho de haber sido escogidas por Dios para llevar a un niño en sus entrañas, deben de merecer el respeto y consideración de todos los hombres. Puede ser que para muchos sea secundario el papel de una madre, sin embargo, no debemos olvidar que en cada embarazo una mujer está arriesgando su propia existencia. Según cifras de la ONU cada minuto muere una mujer por causas relacionadas al embarazo. ¿Un hombre sería capaz de esto?
Hay quienes pierden tiempo al afirmar que el hombre es superior a la mujer y viceversa, pues esto no es cuestión de luchas. Lo ideal es vivir en una sociedad en donde exista una verdadera equidad entre ambos sexos y donde se tenga presente que el hombre y la mujer son seres complementarios y de ninguna manera rivales.
No hace falta que sea día de la mujer para dar gracias a Dios por las mujeres. Doy gracias a Dios por mi madre y por mi hermana y, sobre todo, por haberme dado la suficiente capacidad mental -aunque mi cerebro pese mucho menos que al de cualquiera de ellas- para reconocer que no son unas simples máquinas de limpieza y procreación, sino los seres más inteligentes que el Señor pudo haber puesto sobre la tierra.
aquientrenosvanguardia@gmail.com