‘Huachicol fiscal’: sólo vemos la punta del iceberg

Opinión
/ 9 julio 2025

El ‘huachicol fiscal’ produce un inmenso quebranto a las arcas públicas que no se explica sino mediante la colusión de quienes debieran combatirlo. ¿Por qué nadie parece verlo?

Los históricos decomisos de combustible realizados en la Región Sureste, en los últimos días, forman parte de un sofisticado fenómeno delictivo que se conoce como huachicol fiscal. No se trata del muy conocido robo mediante tomas clandestinas a los ductos de Pemex, sino de una operación de mayor envergadura que implica, sobre todo, una multimillonaria defraudación al fisco mediante la evasión del pago de impuestos de importación.

Y es que esta modalidad delictiva consiste en la importación ilegal de gasolinas y diésel desde el extranjero, principalmente desde los Estados Unidos, y la consecuente evasión de impuestos a través de la falsificación de documentos aduanales y la declaración fraudulenta de fracciones arancelarias.

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A diferencia del “huachicol tradicional”, el huachicol fiscal es un delito de “cuello blanco” que opera en las sombras de la legalidad, utilizando maniobras administrativas y documentación falsificada a través de empresas legalmente constituidas, que importan hidrocarburos disfrazados como otros productos, entre ellos aceites lubricantes, aditivos para aceites, alcoholes o sustancias similares que no están sujetas al pago del Impuesto Especial sobre Producción y Servicios (IEPS).

En otras palabras, el “huachicol fiscal” consiste en realizar una actividad legal y perfectamente regulada, la importación de combustibles, pero sin declararlos en la aduana. Es “fayuca” de combustibles, pues... pero a nivel industrial, tal como quedó constatado con el decomiso de casi 15 millones y medio de litros al inicio de esta semana.

El “secreto” está en que, una vez en el país, el combustible contrabandeado es comercializado en el mercado nacional como si se tratara de mercancía legalmente introducida al país, lo cual permite, a quienes se ubican detrás de la operación, incrementar sus márgenes de ganancia.

De acuerdo con un reporte publicado en abril pasado, esta modalidad de contrabando implicó que el fisco mexicano dejara de recaudar 177 mil 170 millones de pesos en 2024. Para dimensionar, esta cantidad equivale casi a la mitad de todo el dinero que el SAT recauda por concepto del Impuesto Especial sobre Producción y Servicios (IEPS) a la gasolina y el diésel.

Estamos, es cierto, ante una operación delincuencial de gran escala. Pero, a diferencia del huachicol “tradicional”, que es una actividad totalmente clandestina, pues implica cometer primero el delito de robo, esta se ejecuta a plena luz del día, y quienes participan de ella son “profesionales” del comercio internacional que operan dentro de los canales oficiales.

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Tener clara la diferencia entre el “huachicol fiscal” y el “tradicional” es, pues, importante para dimensionar cómo el primero sólo puede existir mediante una amplia red de complicidades dentro de la estructura gubernamental y en diversas áreas.

Cabría esperar por ello que, a diferencia de lo que ocurre tradicionalmente con las actividades delictivas en el país, en este caso el Gobierno de la República exhiba pronto el entramado detrás de los históricos decomisos realizados en los últimos días.

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