Intereses y faltantes de dinero

Opinión
/ 30 mayo 2025

Siguen en gran abundancia las noticias económicas y, sobre todo, las que no presagian un buen cierre de año. Hace un par de días, el Banco de México redujo la estimación de crecimiento económico de 0.6% por ciento que había dado en febrero a solo 0.1 por ciento. La institución argumentó que las condiciones actuales no crean un ambiente propicio para la mejora de la economía. Mencionó tres asuntos que resultan importantes para entender no sólo la reducción del pronóstico, sino la capacidad que habrá en el país de revertir lo que está pasado.

El primero de ellos son los tan mencionados aranceles, pero en realidad no son los impuestos a las exportaciones mexicanas que van hacia Estados Unidos, sino la incertidumbre asociada a la inversión, a la capacidad de generar producción a futuro, el saber si habrá una renegociación pronto del Tratado de Libre Comercio. Todo “parece” indicar que el tratado comercial con Estados Unidos y Canadá desaparecerá tal como lo tenemos en la actualidad y dará paso a una serie de micro acuerdos sectoriales que, dependiendo de las circunstancias, se aplicarán a los productos. Por ejemplo, si Canadá ve que su balanza comercial está incrementando las importaciones, podría imponer cuotas de productos (cantidades específicas), lo que limitaría la caída en la balanza, mejorando relativamente el ámbito económico de ese país.

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Uno podría pensar que esto es algo positivo, pero no lo es, porque otra vez se puede observar que no hay certidumbre. No se sabría qué tanto habría que invertir porque en cualquier momento alguno de los países miembros dejaría de comprar, generando capacidad productiva parada de un momento a otro con las consecuentes pérdidas. Esto ya lo tiene contemplado el Banco de México como un factor que no va a cambiar de aquí a fin de año.

El segundo factor tiene que ver con la degradación de la calificación de la deuda soberana de Estados Unidos. Este tema ha pasado desapercibido en los medios no especializados en economía y finanzas y define un asunto que tiene un impacto muy profundo para México. Para empezar, eso implicará para el vecino del norte una mayor tasa de interés o, en el mejor de los casos, no poder bajarla del actual 4.5 por ciento. Es aquí donde viene lo peligroso para México, dada la alta correlación que existe entre ambas tasas (la mexicana y la americana), nuestro país tendrá que mantener su nivel de intereses más elevado que lo que necesita la economía en la actualidad para no quedarse en un crecimiento marginal de casi cero por ciento. Ese nivel requerido es actualmente un 6 por ciento, esto significa que si se quiere tener una economía con crecimiento se necesita por un lado dinero más barato, esto es, una tasa de interés más baja (la actual está en 8.5 por ciento) que les permita a los empresarios invertir en más equipo y más mano de obra y la gente poder pedir prestado para comprar más o reemplazar lo existente.

Por otro lado, la inversión en cartera, esa que va a los bancos o a las instituciones financieras que atienden al público en general, requiere tasas de interés elevadas para que tomen el riesgo de invertir.

En la medida que la tasa de interés de referencia que da el Banco de México sea lo más elevada posible, más dinero llegará, pero menos organizaciones pedirán prestado por lo “caro” que se vuelve un préstamo, eso es lo complicado e irónico del caso. La preocupación central es que de manera indirecta, esta degradación de Estados Unidos mantendría las tasas de interés altas en México sin que de este lado del río Bravo se pudiera hacer algo.

En pocas palabras, las posibilidades de crecimiento económico de nuestra economía estarían totalmente en manos de los vecinos del norte. Y eso no es todo, normalmente una tasa de interés alta en Estados Unidos implica un dólar fuerte, y en consecuencia, un tipo de cambio fuerte. Si bien el dólar en estos momentos se encuentra sobre los 19 pesos con 30 centavos, esto es una consecuencia de la degradación sufrida en semanas anteriores. La causa principal es que los inversionistas internacionales ven que los Estados Unidos no podrán pagar la deuda externa que tienen. Sin embargo, esto cambiará a partir del 5 de julio que se presente el presupuesto para el siguiente año. Dependiendo de cómo se maneje este asunto, tendremos un impacto más profundo.

Hay que dar por sentado que las cosas mejorarán para el presidente Trump porque el nuevo presupuesto tiene una orientación precisamente a disminuir los principales déficits que tiene ese gobierno en la actualidad; el déficit comercial, el déficit presupuestal, déficit de mano de obra, etc. Si éstos se corrigen, el país enfrentará problemas financieros más profundos porque disminuirán las exportaciones manufactureras automotrices, habrá menos paisanos trabajando “del otro lado”, por lo que habrá menos remesas, lo que significa menos ingresos para las familias mexicanas más pobres.

No por nada la presidenta Sheinbaum quiere organizar marchas de presión para que desaparezca el impuesto del 3.5 por ciento que tendrán las remesas enviadas a México por migrantes ilegales. Menos migrantes que mandarán menos dinero, a familias muy pobres que tendrán también menos posibilidades de consumo. Nada halagador para el crecimiento.

El tercer factor tiene que ver con el costo del dinero que está pidiendo prestado el gobierno federal para poder solventar los programas sociales. Dar dinero a los que menos tienen es una muy buena idea porque alienta el consumo y disminuye los efectos de la pobreza. Sin embargo, todo lo que se pide prestado se tiene que pagar tarde que temprano y cuando se pide a los bancos hay que cubrir los intereses. Esto ocasiona que en el futuro haya menos dinero para gastar si se sigue recolectando lo mismo en impuestos pues la relación entre los impuestos fiscalizados y lo otorgado a los de menores ingresos, cada año que pasa, se convierte en una proporción más grande, generando en el futuro más problemas para pagarlo.

Además, siempre habrá un límite a lo que se puede pedir prestado, y en ese sentido el gobierno federal ya ha llegado casi a ese punto. Digo “casi” porque si bien hay todavía más espacio para el endeudamiento público, se tendrá que pagar una tasa de interés más alta porque el riesgo de retraso en el pago será cada vez mayor y esos intereses saldrán forzosamente de lo que pagamos de impuestos. Si nuestro país quiere seguir pidiendo prestado, tendrá que pagar intereses más altos, lo que comprometerá aún más los ingresos futuros a tal nivel que habrá que hacer ajustes severos, entre los que se considera una reforma fiscal que no será del agrado de nadie y podría costarle a la 4T una cantidad importante de votantes que se irían a otros partidos por la desilusión de ver mermados sus ingresos.

Si las tasas de interés no bajan en el corto plazo, las posibilidades de crecimiento económico para el siguiente año serán prácticamente nulas. Dos años de tan bajo crecimiento, si es que llega a haber algo, no serán suficientes para generar los ingresos necesarios para mantener los programas sociales y dar pie a la implementación del Plan México que sigue sin poder arrancar. Todo requiere dinero, pero depende de un delicado equilibro entre ingresos y egresos. Hoy no parece haber interés en la tasa de interés del Banco de México. Ya se verá cuando las carteras y monederos se quejen en silencio de su vacío monetario.

Columna: Otros datos Económicos. Economista y profesor universitario con más de 25 años de experiencia en la docencia e investigación. Estudió y fue profesor-investigador del Tec de Monterrey en el Centro de Estudios Estratégicos. Se doctoró en economía en la Universidad de Glasgow en Escocia, país donde también trabajó como investigador asociado en la universidad de Aberdeen. Ha sido analista financiero y asesor económico externo tanto en el sector público como en el privado. Dirige el Instituto de Estudios Empresariales Coahuila Sureste de Canacintra. Actualmente es profesor de tiempo completo de la facultad de economía de la Universidad Autónoma de Coahuila.

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