Israel Vallarta: 20 años en prisión sin sentencia
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La justicia es contradictoria y a veces no hace sentido. Tiene una sola explicación: la corrupción, que se cruza con la supina ignorancia de gobernantes ‘educados y formados’ por el régimen priista
So pretexto de la reciente liberación de Israel Vallarta, con un “perdone usted”, reproduzco esto que escribí para VANGUARDIA en 2013, poco antes de que fuera puesta en libertad la ciudadana francesa Florence Cassez: “La justicia penal en México es una asignatura pendiente. El 98 por ciento de impunidad en los delitos que se cometen en nuestro país es prueba suficiente de que el sistema no sirve. La fabricación de culpables y la violación a la presunción de inocencia es práctica común. El fracaso del sistema de justicia penal en México, tiene su origen en un sistema autoritario que hoy en día se resiste a morir”.
Acompañaba aquel texto con algunos comentarios de expertos, aquí reproduzco un par de ellos:
“Las fallas en el debido proceso en el caso de Florence Cassez ponen en evidencia a un sistema de justicia que amenaza a todos los habitantes del país. Lo que más nos amenaza es un sistema que puede hacer lo que sea: fabricar culpables, esconder evidencia, aparecer otra nueva, encontrar a un testigo y meterlo ahí. No saben cuántas veces pasa eso. Esas prácticas son las ordinarias, eso nos amenaza, porque nunca vamos a tener la certeza (de) si los que están en la cárcel son los culpables, si estamos dejando a los culpables fuera, si se hizo justicia”. Ana Laura Magaloni.
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“Para nosotros, después de haber trabajado con un equipo multidisciplinario, criminólogos, juristas, expertos en investigación policiaca, llegamos a esa conclusión: además del montaje, no hay pruebas para ponerla como si fuera la que cometió estos delitos”. Pedro Arellano, presidente de la Pastoral Penitenciaria de la Conferencia del Episcopado Mexicano.
Detenida a finales de 2005, la ciudadana francesa estuvo en la cárcel ocho años, pero no fue acusada en solitario. La Agencia Federal de Investigación, a cargo de Genaro García Luna, fabricó una trama en la que no podían faltar supuestos cómplices. El principal de ellos fue Israel Vallarta, expareja de Florence, junto con unos familiares que hoy siguen presos. La camarilla de García Luna inventó hasta el nombre de la banda: “Los Zodiaco”.
La semana pasada, tras casi veinte años de permanecer en prisión sin haber recibido condena, el sistema de justicia penal mexicano dijo a Israel Vallarta lo que siempre dice cuando queda en evidencia: “usted disculpe”. Veinte años de una trama que no resolvió el caso de origen y ya nadie se acuerda de las víctimas primarias. En esos veinte años se fabricaron culpables que pasaron a ser víctimas de un sistema corrupto y sin contrapeso alguno. Veinte años de uno de miles de casos en los que la “prisión preventiva oficiosa” demuestra sus incentivos perversos en favor de la injusticia y la impunidad.
Pero visto a la distancia y en perspectiva, sólo queda observar y señalar la enorme contradicción de este sistema penal que se resiste, que se adapta, que corrompe y renace siempre. Un sistema que se vale de los políticos y la política para perpetuarse y blindarse.
En rigor, una persona es culpable de un delito, cuando se demuestra dicha culpabilidad más allá de toda duda razonable, mediante un juicio y tras recibir una sentencia condenatoria. En México existen miles de personas que llevan años en prisión, sin juicio, sin pruebas y sin sentencia. Esto es así gracias a la prisión preventiva, mecanismo legal que las fiscalías utilizan para que una persona permanezca en prisión mientras su juicio se desahoga. Incentivando así la falta de rigor y profesionalismo en las investigaciones.
Para un listado de delitos, las personas imputadas son culpables hasta que demuestren lo contrario en un juicio. En las democracias, el catálogo de delitos para la prisión preventiva está limitado a circunstancias y condiciones excepcionales muy específicas.
En nuestro país, la justicia es contradictoria y a veces no hace sentido. Tiene una sola explicación: la corrupción, que se cruza con la supina ignorancia de unos gobernantes que fueron “educados y formados” por el régimen priista. ¿De qué otra manera podemos explicar que los gobiernos de la alternancia democrática fueran los responsables de este entuerto (el de Cassez-Vallarta)? Fácil: un agente formado en las cañerías del sistema político priista se apoderó de los aparatos de seguridad del Estado, apoyado en la corrupción y el miedo de los recién llegados.
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Sucedió eso mismo en muchas otras áreas. Fox y Calderón optaron de manera no intencional por el sabotaje permanente de los agentes del pasado, por encima de la inexperiencia temporal de muchos agentes democráticos. No obstante, en paralelo, impulsaron una reforma de justicia penal que buscaba desmantelar aquel sistema.
¿Qué decir del régimen actual, que se dice de izquierda, pero gobierna con militares en los aparatos de seguridad y da reversa a aquella reforma que buscaba democratizar el sistema de justicia penal? Reviven con todo a la prisión preventiva oficiosa. Todo ello mientras liberan a Israel Vallarta, el caso más emblemático de la injusticia de ese sistema.
Pareciera que todo es contradictorio, que no hace sentido. La única explicación está en una corrupción que tiene mil cabezas y es profundamente caprichosa.
Facebook: Chuy Ramírez