Jueces, magistrados y ternurines. La convocatoria para la elección del Poder Judicial
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La convocatoria para aspirantes a contender en la elección del Poder Judicial fue un fracaso que me sorprende y no.
Quiero decir: Yo hubiera anticipado que la totalidad del gremio abogangsteril de México, en toda su masiva existencia, se volcaría para participar y hacerse con una magistratura, con un ministerio, con una judicatura... pero no.
Como que de alguna manera, hasta los más adeptos al movimiento intuyen que todo “es de chill”, como de relajo.
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O sea, de que van en serio, van en serio; pero se entiende que los eminentes cargos bajo el nuevo esquema no tendrán ni el mismo prestigio, ni la misma responsabilidad, ni el mismo peso, ni la misma honorabilidad, influencia o respeto una vez que sean pasados por el siempre confiable filtro de la tómbola y el infalible criterio de la elección popular.
Podemos decir que el Gobierno de la Cuarta abarató los cargos de jueces, ministros y magistrados para ponerlos en remate en lo que pasará a la Historia como el Buen Fin del Poder Judicial.
Y sí, admito que yo pensé que correrían a arrebatarse las candidaturas como gringos locos en Black Friday, pero los leguleyos se vieron más bien cautos, suspicaces y circunspectos, como cuando uno entra a una zapatería sin dinero: “¡No, nomás ando viendo!”.
Hasta hace unos pocos días eran 3 mil 500 aspirantes registrados. ¿Es eso poco o mucho? Decídalo usted, si el Gobierno esperaba alrededor de 100 mil registros.
Significa que la cosa estuvo más desairada que el cumpleaños de Lord Molécula (el hoy olvidado “Lord Laméculo”).
Para apoyar y darle mayor difusión a todo esto, el Instituto Mexicano de la Juventud lanzó una campaña invitando a todos los jóvenes abogados de México a inscribirse y sumarse al movimiento transformador porque, ya sabe, nada es más deseable para la Justicia que un juez recién egresado de la facultad.
Todo habría estado bien y el IMJUVE no hubiera sido motivo de ninguna nota o comentario periodístico (como se supone que sea con esas instituciones decorativas), de no ser porque decidieron, para dicha campaña, utilizar a “Los Ternurines”, una línea de animalitos de peluche antropomórficos −muy lindos, eso sí−, pero que ni al caso.
De por sí se acaban de reír en Harvard de los mecanismos y requisitos implementados para la elección de jueces y magistrados por su falta de rigor y seriedad. De haber sabido, les hubiéramos advertido que lo mejor estaba por llegar: “Los Ternurines” invitando a la chaviza a participar por los cargos de mayor responsabilidad de uno de los tres Poderes de la Nación.
La lectura es muy simple: Imagínese el nivel de madurez al que están apelando, si esperan que un aspirante a juzgador responda positivamente a una campaña diseñada para cautivar a párvulos de preescolar o niñatos que todavía viven en casa de su mami.
“Y de pronto un día de sueeeerte...”. El último fin de semana antes del cierre de la convocatoria acaeció el milagro. Las solicitudes se multiplicaron, pues apenas se abrió la convocatoria en su modalidad “on line”, miles de aspirantes se anotaron para contender en esa próxima elección, primera en nuestro país e inédita en el mundo, porque ninguna otra nación es tan irresponsable como para elegir a los miembros del Poder Judicial por voto popular.
El caso es que la convocatoria tuvo un cierre espectacular: Luego de ser desairada durante varias semanas, en cosa de un par de días la cifra de inscritos se multiplicó ¡por doce!
Así es, durante casi tres semanas el total de inscritos no llegó a 4 mil, pero en cosa de 48 horas casi alcanzó los 50 mil. Si a mí me lo pregunta, el fenómeno es, por lo menos, sospechoso, sospechudote, sospechosisisísimo.
Aunque realmente, lo de menos sería que el Gobierno hubiese inflado la cifra de aspirantes que, de tan baja, ponía en evidencia el total despropósito de esta parte en concreto de la mentada Reforma, la concerniente a la elección de jueces y magistrados por voto popular. Este será apenas el primero y el más sencillo de los incontables inconvenientes a solventar en todo el proceso electoral que buscan implementar, para feliz capricho del orgulloso terrateniente de Rancho La Chingada.
En realidad no saben ni cómo cuadrar el presupuesto, pues a la doctora Presidenta se le desorbitaron sus ojitos guachinangos cuando le pasaron el estimado de 13 mil millones de pesos que costarían los comicios... porque se le hizo mucho.
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Si partimos de la base de que son el gobierno de la honestidad, de la transparencia y la transformación (como se publicitan), no habría sencillamente manera de recortarle a ese estimado. Las cosas cuestan lo que cuestan y se contabilizan porque se necesitan, sí o sí, en un proceso electoral; más tratándose de uno masivo y del que no existe ningún antecedente a nivel mundial (porque en ninguna otra parte del mundo se cocina así la calabaza).
Pero... Y si no infló la cifra el propio Gobierno −como obviamente aseguran−... ¿Significa entonces que la gran mayoría de jueces y magistrados a ser electos son una manga de flojonazos y apáticos que deja todo para última hora? Eso parece.
Improvisados, indolentes, infantiloides... Tal sería el perfil al que le apuesta la Cuarta Transformación para integrar un nuevo Poder Judicial, lo que parece idóneo cuando se trata de ponerlo al servicio de su movimiento, como ya lo está el Poder Legislativo, el árbitro electoral y la Comisión de Derechos Humanos, por sólo mencionar algo.
¿Fue la convocatoria un fracaso? Sí, como convocatoria. No obstante, como primer paso hacia la consecución del poder total, absoluto, omnímodo, irrestricto y −como les gusta− supremo, fue un rotundo éxito.
¡Ánimo, Ternurines!