Karl Marx se equivocó con México
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El título de este artículo es mamón, pero en cierta forma se utiliza para magnificar las contradicciones tan aberrantes que se dan en este País, como diciendo –y así lo consignan– que si Franz Kafka hubiera nacido en México ahora fuera un costumbrista, y esto sin olvidar al aclamado cineasta aragonés Luis Buñuel que aquí filmó “Los Olvidados” (1950), fiel retrato de la miseria en México, miseria que no cesa sino que aumenta como los homicidios y las armas que menciona Buñuel en sus memorias, que todo ese embrollo se ha vuelto exponencial, ha empeorado como fiel estampa de nuestro surrealismo político y democrático.
¿Y por qué se equivocó Marx con nosotros? Porque aquí pasa a la inversa de su crítica a la farsa de la historia. Basta ver algunas tragedias de nuestro pasado que ahora parecen una charada comparadas con los dramas que hoy vivimos.
El hecho de que Marx y Engels hayan festejado la invasión de los Estados Unidos a México en 1847 nos debe mover a una reflexión: ellos justificaron la artera agresión porque, según Engels, éramos “perezosos, sin moral y sin aprecio por la justicia” mientras que Marx fue más allá en su dureza criticando a nuestros soldados cuya actuación, en la actualidad, está siendo cuestionada por la absurda decisión de AMLO de los “abrazos, no balazos”.
Referente a la repetición de la historia, Fritz Glockner lo consigna en su “Memoria Roja” (2013), en hechos sucedidos en el estado de Guerrero en 1960. Resumiendo: los estudiantes normalistas de Ayotzinapa liderados por Lucio Cabañas se movilizan en contra del gobierno del general represor Raúl Caballero Aburto. “Y las manifestaciones se hacen cotidianas con destrozos en los edificios públicos. Vuelan piedras, palos y cohetones, la policía reprime y diez estudiantes resultan muertos”. Crece la indignación de los normalistas. Las fuerzas armadas se achican y se repliegan. Los asesinos desaparecen y nadie sabe de ellos. Y un editorial de esos días cuestionó: “¿Quiénes son los malos? ¿Dónde están los buenos? Las aguas se hacen cada vez más turbias y las contradicciones no cesan; un sólo grito popular se escucha en Guerrero: ¡Justicia!”.
Dice Marx en su “18 Brumario” que los hechos y los personajes de la historia se repiten; una vez como tragedia y la otra como farsa. Pero resulta que en este México bizarro los hechos se repiten a la inversa, de manera trágica y criminal que nada tienen que ver con algún tipo de farsa. Basta ver el caso Iguala y la tragedia actual de los normalistas asesinados.
En efecto, después de medio siglo la historia se repite en Guerrero, sólo que ahora los normalistas asesinados y desaparecidos rebasan cuatro veces a los de 1960. Peor que en el pasado, ahora el narco es el asesino. Hoy los militares están presos y los delincuentes libres.
Y Luis Buñuel se asombra en “Mi Último Suspiro” (Memorias 1982) de que en el estado de Guerrero, tras una campaña de “despistolización” del gobierno, todo mundo se apresura a “repistolizarse”. Buñuel se sorprende que un alcalde le diga que cada domingo el pueblo tiene su “muertito”. Hoy en Guerrero se cometen 470 homicidios al mes y 2 mil 550 mensuales en todo el País. Es cierto, Marx se equivocó con México.