La ausencia de Estado: reflexiones con Kurosawa y Hobbes
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En un estado de naturaleza, sin ley ni autoridad punitiva, la búsqueda de satisfacer las necesidades y placeres deriva en una guerra constante de todos contra todos
Akira Kurosawa —director de cine japonés—, en su obra clásica “Los Siete Samuráis” (1954), narró con maestría una de las pasiones humanas más profundas: la angustia e incertidumbre provocadas por la violencia generalizada. La película nos sitúa en 1586 en una aldea japonesa, cuya población ya está hastiada de que una banda de ladrones les robe constantemente sus cosechas.
En plena sequía, temerosos de no poder sobrevivir un asalto más por la hambruna, los granjeros deliberan qué rumbo tomar: “¿Debemos darles nuestras cosechas a los ladrones y morir de hambre?”, “¿Nos ahorcamos?”, “¿Debemos acudir con el Magistrado?”... “llegará después de la invasión”, se responden resignados. La desconfianza ante las autoridades y el nivel de desesperación de los aldeanos ante la inseguridad es tal que están dispuestos a quitarse la vida.
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Finalmente, un valiente granjero resuelve determinado: “¡Pelearemos!”. “Pero si sólo somos granjeros, no soldados”, le cuestiona un compañero... “Contrataremos samuráis”, contesta decidido el primero. El resto de la película relata la integración del equipo samurái y sus peripecias para defender la aldea.
Lamentablemente, las angustias de esta aldea japonesa del siglo 16 se reflejan en el México actual. Hay municipios como Culiacán —e incluso entidades completas— en donde la ausencia del Estado es absoluta. De acuerdo con la última encuesta de seguridad urbana (ENSU) del Inegi, el 63.2 por ciento de la población urbana nacional percibe insegura su ciudad. En las cinco ciudades que se perciben como más inseguras, más de 8 de cada 10 personas resiente la inseguridad: Culiacán (90.8), Ecatepec (90.7), Uruapan (89.5) Tapachula (88.1) y Ciudad Obregón (88).
El filósofo Thomas Hobbes teorizó en su libro Leviatán —publicado en 1651, en el contexto de la cruenta Revolución inglesa— sobre esta problemática: la naturaleza humana, la discordia y el origen del Estado civil. Hobbes, al observar que la violencia y la guerra eran una constante en la historia, se cuestionó cuál era su origen y su posible solución. Para resolver su incógnita, planteó hipotéticamente cómo es el ser humano en su “estado de naturaleza”, es decir, sin autoridades civiles que le impongan una ley y le sancionen con la fuerza coercitiva del Estado en caso de incumplimiento.
El filósofo inglés ubicó el origen de las desavenencias en tres elementos: la competencia por los recursos escasos, la desconfianza de los otros y la búsqueda de la gloria. Cuando un humano desea el mismo bien que otro —sea por necesidad o placer— y es imposible que ambos lo consigan, estarán dispuestos incluso a aniquilarse para obtenerlo. En un estado de naturaleza, sin ley ni autoridad punitiva, la búsqueda de satisfacer las necesidades y placeres deriva en una guerra constante de todos contra todos: “sin un poder común que los atemorice a todos, se hallan en la condición o estado que se denomina guerra; una guerra tal que es la de todos contra todos”. En una situación así, es imposible el trabajo, la producción económica y la creación cultural e intelectual.
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En cambio, lo que motiva a los humanos a buscar la paz es el temor a la muerte, el deseo de los bienes necesarios para vivir cómodamente y la esperanza de obtenerlas por medio del trabajo. Lo anterior deviene en que todos los humanos en un territorio determinado sacrifiquen una fracción de su libertad individual a cambio de una Constitución política, con leyes y gobierno que sancionen a las personas que alteren el orden civil y la paz.
Desde la administración de Calderón hasta la fecha, todos los presidentes son responsables en alguna medida de la violencia transexenal y la crisis de inseguridad que vivimos en México, ya sea por acción u omisión. La gravedad de la crisis es perturbadora: más de 131 mil personas desaparecidas (Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas) y casos funestos que se han vuelto cotidianos, como el homicidio de Irma Hernández en Veracruz.
Las autoridades gubernamentales brillan por su ausencia —los resultados son inexistentes— o, peor aún, por su cinismo y falta de tacto, como el de la gobernadora Nahle. Las recientes renuncias de Teresa Reyes, titular de la Comisión Nacional de Búsqueda, y de Rosendo Gómez, exfiscal especial del caso Ayotzinapa, son una muestra de la falta de una política eficaz en la materia, de la inexistencia de funcionarios con experiencia y capacidad, así como de la indolencia total del gobierno hacia las familias buscadoras.
X: @areopago480
Correo electrónico: areopago480@gmail.com