La democracia no se construyó en un día... pero puede destruirse en menos tiempo
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‘La democracia no se construyó en un día’ es una obra gracias a la cual podemos entender el tránsito vivido en el último medio siglo, en México, intentando construir un sistema democrático... y fracasando en la empresa
El miércoles pasado estuvieron de visita en Saltillo los autores del libro “La democracia no se construyó en un día”: el académico Lorenzo Córdova Vianello, expresidente del INE, y el periodista Ernesto Núñez Albarrán quien fungió un tiempo como su asesor.
A invitación del colega Arturo Rodríguez García, director de El Coahuilense, asistí al evento, realizado en el Centro Cultural Vito Alessio Robles, para comentar la obra. A continuación transcribo las ideas compartidas con quienes nos acompañaron a la presentación:
Existe una pieza de sabiduría popular, una advertencia escuchada por todos, alguna vez, en distintos contextos: “que los árboles no te impidan ver el bosque”. Usualmente usada para advertir del error cometido por quien se obsesiona con el detalle minúsculo y pierde así la noción del conjunto, la advertencia también atina en la dirección contraria: no debemos perdernos en la visión general e ignorar los detalles cuya suma, a final de cuentas, construye el conjunto.
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Muchos análisis sobre eso a lo cual hemos llamado “transición a la democracia”, o bien se quedan orbitando en la estratosfera de la teoría, mostrando un bosque de manchas verdes sin definición, o bien se pierden a ras de suelo, chocando contra troncos sin atinar a encontrar el norte.
De espaldas a tales equívocos, “La democracia no se construyó en un día” tiene la virtud de permitirnos ambas cosas: ver el bosque y entender cómo apareció y fue desarrollándose pero, al mismo tiempo, conocer a detalle sus árboles más emblemáticos. No es una metáfora gratuita: es la estructura misma de esta obra a cuatro manos.
Permítanme comenzar con los árboles.
Cuando leemos las crónicas de Ernesto Núñez Albarrán no estamos ante un reporte aséptico sino ante el trabajo meticuloso de un botánico describiendo a detalle los ejemplares previamente escogidos. Ernesto nos lleva a caminar entre la maleza. Su pluma nos acerca a la corteza del árbol político. A través de su narrativa, podemos tocar la textura rugosa de las negociaciones entre políticos o experimentar la tensión vivida en los pasillos del INE durante aquellas jornadas maratónicas de 2017 y 2018.
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Ernesto nos hace percibir los “olores” de la política en tiempo real: el sudor de las campañas, el polvo de las casillas, el ruido de los debates y la incertidumbre atenazante del “cuarto de guerra” de una elección. Sus textos son los árboles individuales con sus nudos, sus ramas torcidas y sus raíces expuestas. A través de estos nos recuerda cómo la democracia no es una abstracción sino una construcción concreta hecha de personas, con personas, para personas... para seres humanos.
Y estas personas marcan el derrotero de los capítulos de los cuales son protagonistas tomando decisiones construidas, en no pocos casos, al calor del momento, de miedos y de pasiones. Es la política a ras de tierra, narrada para permitir al lector sentir la aspereza de la historia mientras sucede.
Y entonces, entra el contrapunto.
Si Ernesto nos ayuda a poner la mano sobre la corteza, los ensayos de Lorenzo Córdova Vianello nos elevan para darnos la panorámica del bosque. Con la precisión del académico y la responsabilidad del hombre de Estado, Lorenzo despliega el mapa y nos invita a percibir los detalles topográficos.
Sus textos no se detienen en la anécdota del día: explican el ecosistema gracias al cual existen los árboles y, ulteriormente, el bosque. Él nos habla de la orografía institucional, de los climas legales atravesados en cuatro décadas de reformas constitucionales y legales, y de cómo se diseñó este bosque para, al menos en teoría, transitar del autoritarismo a la democracia.
Con Lorenzo entendemos cómo el bosque adquirió su forma actual y accedemos a la explicación puntual de sus distintas tonalidades; comprendemos las corrientes subterráneas por donde circulan los nutrientes del sistema electoral y la arquitectura del andamiaje sobre el cual se sostiene nuestro techo democrático.
Esta dualidad es la mayor riqueza del libro.
Sin la visión del bosque ofrecida por Lorenzo, los eventos cotidianos de la política parecerían accidentes aislados, caos sin sentido, y eso nos conduciría a conclusiones parciales, en el mejor de los casos. Pero sin la visión de los árboles entregada por Ernesto, la teoría democrática sería un esquema frío, desprovisto de la vitalidad y el conflicto con el cual adquiere sentido real; entonces correríamos el riesgo de quedarnos en la visión idílica de ese término tan usado pero en realidad tan poco entendido: democracia.
Al leer “La democracia no se construyó en un día”, el lector comprende cómo la transición mexicana no es producto de un decreto gracias al cual se transformó mágicamente la realidad, sino una siembra larga y, de forma necesaria, paciente. Entiende cómo cada árbol —cada reforma, cada elección, cada decisión, cada negociación, cada crisis resuelta— forma parte de un sistema vivo y de enorme complejidad.
El libro nos confronta con una realidad puntual: para comprender la elección de 2018, o las reformas de 2014, no basta con mirar el mapa ni es suficiente con tocar la madera; debemos hacer ambas cosas: entender la norma abstracta y el sudor concreto.
La obra funciona como una lente bifocal para nuestra historia reciente. Nos cura de la miopía del detalle irrelevante y nos salva de la hipermetropía de la teoría desconectada de la vida a ras del suelo.
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Los autores realizan una advertencia al inicio de la obra: no se trata estrictamente de un libro escrito a cuatro manos, sino de dos, los cuales pueden leerse de forma independiente. Sin duda esto es posible, pero es imprescindible agregar, en todo caso, una advertencia adicional: es necesario leer los dos libros.
Les invito por ello a leer este libro con esa disposición: preparados para ensuciarse las manos con la tierra de la crónica periodística y, al mismo tiempo, listos para elevar la mirada y contemplar el vasto horizonte de nuestra construcción institucional con el ensayo académico de profundidad.
Porque, efectivamente, la democracia no se construyó en un día, y este bosque en el cual habitamos hoy, con todas sus imperfecciones y su grandeza, merece ser entendido tanto en la intimidad de su corteza como en la inmensidad de su paisaje.
¡Feliz fin de semana!
carredondo@vanguardia.com.mx