La fragilidad invisible: Lecciones del apagón europeo

Opinión
/ 30 abril 2025

Eventos como el apagón europeo deben ser advertencias oportunas para revisar y fortalecer en México nuestras propias redes energéticas

He tenido la oportunidad de estar en múltiples ocasiones en España, principalmente en Madrid. Esta experiencia me permitió conocer de cerca cómo funcionan las regulaciones eléctricas europeas y comprender una realidad diferente de la que vivimos en América, particularmente en México. Allá la electricidad y el gas natural no se ven simplemente como recursos cotidianos, sino como elementos que requieren estrategias estrictas de regulación debido a sus limitaciones y a la vulnerabilidad de sus redes.

Recientemente, Europa experimentó un evento que expuso dramáticamente estas vulnerabilidades: un apagón masivo que afectó simultáneamente a España, Portugal, Andorra y el sur de Francia. Este suceso dejó sin electricidad a más de 60 millones de personas, paralizando la vida cotidiana y exponiendo la fragilidad del sistema energético.

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Más allá del caos inicial generado por la falta de energía, este apagón puso sobre la mesa una discusión necesaria acerca del futuro energético europeo. Europa está inmersa en una transición hacia energías renovables, como la solar y eólica, pero carece todavía de infraestructuras suficientes para gestionar las intermitencias de estas fuentes. La pérdida súbita de aproximadamente 15 gigavatios, casi el 60 por ciento del consumo de España en ese momento, fue suficiente para desencadenar una crisis de magnitud continental.

Aunque las autoridades descartaron rápidamente un ciberataque, la simple posibilidad de que estos eventos puedan ocurrir de manera intencionada plantea interrogantes serias sobre la seguridad energética de Europa. ¿Qué pasaría si un evento similar se provocara deliberadamente desde el exterior?

La Unión Europea respondió presentando el “Plan de Acción para una Energía Asequible”, una iniciativa que busca fortalecer la infraestructura energética y reducir costos. Sin embargo, las medidas propuestas todavía necesitan ser evaluadas en su efectividad real frente a escenarios extremos, especialmente ahora que Europa enfrenta periodos de calor cada vez más intensos que presionarán aún más las redes eléctricas.

El apagón reveló no sólo debilidades técnicas, sino también la importancia crítica de mantener infraestructuras robustas y bien conectadas. España y Portugal, por ejemplo, poseen una de las interconexiones energéticas más limitadas con el resto de Europa, lo cual dificultó enormemente la recuperación rápida del servicio.

Las implicaciones del apagón se extendieron más allá del ámbito doméstico. Industrias enteras paralizaron sus operaciones, miles de negocios experimentaron pérdidas económicas significativas y los sistemas de transporte público colapsaron, afectando a millones de usuarios.

México, aunque en otro contexto, tampoco está exento de riesgos similares. Nuestro país depende también de una infraestructura energética que requiere modernización y estrategias claras. Eventos como el apagón europeo deben ser advertencias oportunas para revisar y fortalecer nuestras propias redes energéticas, considerando factores como el aumento en el consumo debido al crecimiento demográfico y las condiciones climáticas cada vez más extremas.

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La electricidad y el gas natural, en su cotidianidad invisible, se revelaron de pronto como lo que son: pilares fundamentales que sostienen nuestra civilización moderna. Su ausencia dejó claro que su gestión adecuada no sólo es un tema económico o ecológico, sino una cuestión estratégica esencial para la estabilidad y seguridad de cualquier país.

La gran pregunta que este apagón deja es: ¿estará el mundo listo para enfrentar un futuro energético cada vez más incierto y exigente, o seguiremos subestimando la fragilidad de nuestros sistemas hasta el próximo gran apagón? Más aún, ¿estará el mundo preparado para enfrentar situaciones similares, considerando que lo ocurrido en Europa podría suceder en cualquier parte del planeta?

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