La increíble y triste historia de la trata infantil en México

Opinión
/ 29 julio 2025

En México, de acuerdo con cifras de la Unicef, son explotados sexualmente entre 80 y 85 mil niñas y niños

Ni aun la cándida Eréndira, protagonista junto a su abuela desalmada de una de las novelas clásicas de Gabriel García Márquez, recibió tantas humillaciones como los cientos de videos de pornografía infantil que circulan en la red y que superan en cientos de miles de vistas a los videos que llaman a prevenir el cáncer, o a los que quieren mejorar nuestra educación.

Si usted lo ha visto, lamento decirle que fomentó la pornografía infantil pues, ante su éxito, un sitio especializado en ese tipo de vilezas lo exhibe.

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Hoy día, la trata de personas, la prostitución y la pornografía son, después del narcotráfico, el segundo ingreso más lucrativo del mundo ilícito. Se calcula que es un negocio de 32 mil millones de dólares anuales. La trata de personas es, en pleno 2019, un negocio en donde se esclaviza a 40 millones de personas: mujeres y hombres –entre ellos, niños y niñas– obligados a prostituirse. De estos, 25 millones de personas realizaron trabajos forzosos –es decir, que fueron obligadas a hacer un trabajo bajo amenazas o coacción– y 15 millones de personas fueron obligadas a contraer matrimonio.

La ONU marca el 30 de julio como el Día Mundial contra la Trata; las estadísticas son aterradoras: un millón de menores de edad, la mayoría niñas, pero también un número considerable de niños, caen todos los años en las redes del multimillonario comercio sexual. En México, de acuerdo con cifras de la Unicef, son explotados sexualmente entre 80 y 85 mil niñas y niños, y ocupamos el primer lugar en difusión de pornografía infantil en el mundo.

De acuerdo con la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD), somos fuente, tránsito y destino de la explotación sexual, comercial y del trabajo forzado de mujeres, niños, indígenas y migrantes indocumentados. Por supuesto, y como siempre, la impunidad y la pobreza son los obstáculos para combatir esta infamia.

Hace algunos años, el Senado mexicano aprobó reformas a la ley en materia de combate a la trata de personas para añadir agravantes y sanciones más severas. La reforma preveía combatir la trata de personas como la explotación con fines pornográficos, el turismo sexual de menores de edad, el matrimonio forzado, el embarazo forzado, la servidumbre forzada y el reclutamiento forzado en un grupo armado. La ley incluye obligaciones para la autoridad que asista a las víctimas y agregaba principios internacionales como la protección a la vida, la dignidad humana, la libertad, la seguridad y los derechos de las víctimas, y establece que se proteja su identidad y cualquier información que pudiera volver a victimizarla.

Pero, como siempre, las leyes sirven para eso, para no aplicarse y para violarse. Y es que los reportes de trata de personas, de acuerdo con varios estudios, sólo aumentan: 47 grupos criminales dedicados a la trata aprovechan la pobreza, marginación y violencia intrafamiliar que sufren muchas personas para engancharlas con promesas falsas de trabajo o relaciones amorosas.

De acuerdo con dicha organización internacional, la trata genera que en 21 de los 32 estados de la República haya centros de turismo sexual, en los cuales existe una conexión directa entre comunidades de México y ciudades de Estados Unidos, así como que 47 por ciento de la población pueda ser vulnerable frente a dicho fenómeno de esclavitud.

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La vida real se sigue imponiendo, pues en México se prostituye a niños y a niñas, esclavizándolos y repitiendo día a día el viento de sus desgracias, pues algunos adultos enfermos, sólo así, logran satisfacer sus vidas miserables, su inmundicia.

Esta es la increíble y triste historia, pero no de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada. Esta es una historia, no del realismo mágico, esto es realismo trágico, pues día a día miles de niños y niñas son obligados a la depravación y, tal como Eréndira, quisieran correr contra el viento, más veloces que un venado, y que ninguna voz de este mundo los pueda detener. Llegar más allá de los vientos áridos y los atardeceres de nunca acabar, y que jamás se vuelva a tener la menor noticia de ellos y ellas, ni se encuentre jamás el vestigio más ínfimo de su desgracia.

@marcosduranfl

Columna: Dogma de fe

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