La magia esta en la mesa
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Doña Lupe, siempre dejaba un lugar en la mesa. Cada 24 de diciembre se quedaba un lugar extra. Ella cocinaba dulcemente los platillos que en su familia eran tradición. Los Tamales eran religiosos y su atole de guayaba con tejocote. Además de sus dulces tradicionales como el arroz con leche y natillas de vainilla. Hacía panes de trigo y también un poco de ponche.
Su casa era sencilla, con un pequeño árbol de navidad con adornos que le daban vida y color. La calidez, la pequeña consola donde Don Severiano ponía uno que otro acetato alusivo a la temporada, sus hijos entusiasmados con las posadas que eran parte de los festejos de calle donde vivían. Los niños se emocionaban con sus luces de bengala, los cantos, la elaboración de sus cartas a los Santos Reyes.
Lupe iba al mercado cercano, compraba los peregrinos, el heno y el musgo. En el mercado ya habían muñecas, pelotas, luces de todos colores con esos sonidos que sí o sí sabes que la Navidad se acerca. Los puestos de romeritos, las carnicerías con las piernas de cerdo, camarones. Las marchantas con los ajos para sobar el lomo. Las colaciones y cientos de vestiditos y Niños Dios en las vísperas de La Candelaria.
Lupe sabia, de caderas anchas, cabellos crespos y ojos grandes, muy grandes. Cocinaba en silencio, tomaba un café, se sentaba a ver que podía reflejarse por la ventana, suspiraba.
Esa noche estaban ya listos a punto de celebrar la cena, cuando tocaron a su puerta. Andrés, el más pequeño corrió a abrir. “¡Mama! ¡Papa! ¡Es Don Carmelo!”, dijo. ¡Pásele, esta es su casa !”, respondieron. Lupe se paró y lo guió a esa silla vacía, lo invitó a poner tamales en su plato, un poco de lomo, ensalada postre! Brindaron todos se dieron un abrazo caluroso, se desearon bellas cosas.
Ya en la madrugada Andrés le dice a la pequeña Ana: “Ya supe por qué mi mamá deja siempre un lugar vacío en la mesa”, cerró sus ojos y agradeció la generosidad de su madre.
La mesa de la gratitud, de la compasión y el amor. Abrir el corazón y servir. Lo que sea que prepares esta navidad siempre será bienvenido por si alguien necesita un bocado de cariño y compañía.
Ana y Andrés crecieron y formaron sus familias y ambos siempre apartaba ese espacio que en momentos era ocupado y se ponía al servicio de alguien con quien compartir.
Y así empezamos la primera entrega de cuentos y recetas.