La mirada al frente: mestizaje y sincretismo en Asunción

Opinión
/ 11 julio 2025

Caminar por el Museo de Arte Sacro en Asunción no sólo me permitió contemplar obras hermosas y únicas; también me obligó a mirar —como los guaraníes— de frente

Hay museos que uno recorre y olvida pronto, y hay otros que se quedan en la memoria como una experiencia singular. En Asunción, Paraguay, me encontré con uno de estos últimos. El Museo de Arte Sacro está ubicado en una casa antigua —el chalé Villa Lina— construida a principios del siglo 20 y restaurada en 2008. Más que un museo tradicional, es una vivencia íntima, extraña y reveladora, que comienza incluso antes de cruzar la puerta.

Llegué atraído por la belleza de la edificación y, al preguntar sobre el ingreso, un joven me pidió esperar unos minutos en el porche, sin mayores explicaciones. Al cabo de un rato, apareció el encargado del museo, quien me preguntó de dónde venía, cobró la entrada —25 mil guaraníes, unos 60 pesos mexicanos—, y entonces abrió la puerta, encendió las luces y me ofreció una explicación detallada de lo que iba a ver. Luego, se retiró. Me dejó completamente solo dentro del recinto, con la puerta cerrada, invitándome a recorrer el lugar a mi ritmo.

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Las piezas exhibidas —figuras sacras de Cristo, ángeles, vírgenes, santos y arcángeles— combinan la estética del barroco hispano con rasgos profundamente guaraníes, según me explicó el responsable del lugar. En sus rostros y colores, en sus posturas y en los elementos que los rodean, se aprecia un sincretismo que define esta expresión cultural. Los personajes sagrados aparecen sembrando, pescando o cazando. Ningún Jesús muestra un sufrimiento evidente, porque el dolor restaría a su divinidad. Todas las figuras miran de frente, porque los guaraníes no se hablan si no hay contacto visual. Así debe ser, también, con lo sagrado.

El encargado del museo me explicó que, a diferencia de otras regiones del continente, los guaraníes no fueron conquistados de manera violenta, sino que se mezclaron con los españoles. Surgió así un mestizaje del que no reniegan, sino que celebran. De hecho, el guaraní no sólo es una lengua viva: es idioma oficial del país junto con el español, y muchas de sus costumbres siguen presentes en la vida cotidiana. “Ser mestizos es nuestra mayor riqueza”, me dijo, con una convicción que pocas veces he escuchado en otros lugares.

$!FOTO: MIGUEL CRESPO

Esa forma de entender el mestizaje me hizo pensar en México, donde buena parte del discurso actual condena la llegada de los españoles, idealiza un pasado sin conquista y culpa a la historia de todos nuestros males. Por eso, cada 12 de octubre se vandalizan estatuas de Colón —las que todavía no han sido retiradas—, olvidando que aquel navegante ni siquiera sabía dónde había llegado. En Paraguay, en cambio, el sincretismo no es motivo de vergüenza, sino de orgullo. Y el responsable del museo invita a ver las piezas desde esa perspectiva, para que uno entienda que no verá otras parecidas en ningún otro lugar.

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Caminar por el Museo de Arte Sacro en Asunción no sólo me permitió contemplar obras hermosas y únicas; también me obligó a mirar —como los guaraníes— de frente. A la historia, a nuestras ideas preconcebidas, y a lo mucho que podemos aprender de otras formas de reconciliarse con el pasado. Esas lecciones vienen, además, de personas que muchas veces, desde nuestros prejuicios, consideramos “inferiores”; tal vez porque nunca las hemos visto verdaderamente a los ojos.

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