La mística de la irresponsabilidad
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“No pretendas la vida inmortal, alma mía,
y esfuérzate en la acción a ti posible”.
Píndaro.
El título que denomina a la entrega de hoy, refiere a un filósofo alemán ex catedrático de la Escuela de Arte y Diseño en Karlsruhe, precisamente de su país de origen. Peter Sloterkijk explica que, si hay algo que nos conecte con la época de la polis griega es que en su esencia permanece tanto para habitantes de aquella época, como para los ciudadanos del siglo XXI: la ciudad.
Esto lo sabemos nosotros, así como los antiguos griegos, este espacio que compartimos seres vivos y objetos tangibles pero también intangibles, como ya he venido diciendo, memorias, recuerdos, costumbres y tradiciones que nos hacen sentirnos arropados o no por este espacio, al que llamamos ciudad. Sin embargo, el filósofo menciona que, en aquella época se convencía a los habitantes de que ellos eran mortales y nada más que mortales: “sólo cuando enterró sus sueños de inmortalidad personal pudo desempeñar oficios públicos -como un ciudadano entre otros, como mortal entre mortales-.”
Porque los griegos estaban seguros de que era necesario neutralizar la rivalidad o los celos entre las personas para colocarlos en la justa medida de su propia mortalidad, tal como si el poder de la muerte fuera el de un gobernante común e impersonal, y lo es; porque al final de cuentas es una circunstancia que nos empareja a todos. Así pues, los habitantes de la polis griega, más allá de quererse parecer a Zeus, estaban conscientes de su propia finitud y con base en eso, eran capaces de realizar acciones o verse motivados por esta idea incuestionable, que los situaba a todos en el mismo nivel y con las mismas condiciones, acciones y tareas comunitarias democráticas.
Así pues, al mencionar la palabra mística ésta es una palabra precisamente griega y proviene del verbo myein, que significa encerrar y mystikos que quiere decir cerrado o misterioso. La mística es una forma de experiencia o estado de perfección, generalmente asociado con lo sagrado, filosófico o religioso. Pero ¿qué sucede cuando el filósofo la liga con la cualidad o el atributo de la irresponsabilidad? La mística en su definición más básica es la condición de misterioso, oculto, encerrado, así pues, la mística de lo irresponsable sería esta manera de entretejer esta insensatez y cómo se va construyendo a través del tiempo, al perderse de vista lo que practicaban los griegos y que reafirma Epicuro: “Frente a las demás cosas es posible procurarse seguridad, pero frente a la muerte todos los humanos habitamos una ciudad sin murallas”.
Mi reflexión aquí es la relación entre las características del habitante griego quien, neutralizaba sus rivalidades en pro de su polis y, lejos de ser fatalista o negativa, la realidad es que somos finitos, que la ciudad nos va a sobrevivir, que todos podemos y debemos procurarnos un descanso de este ajetreo por medio de las acciones diarias que realicemos en lo individual y que, nuevamente, se ven reflejadas en lo colectivo. Ya que, según el filósofo alemán “el hombre mismo es un efecto del espacio que estuvo en condiciones de crear”.
Por lo tanto, como seres humanos, moldeamos los espacios, pero también los espacios, en consecuencia, nos moldean a nosotros, así como las acciones que realizamos día con día para procurarnos una vida más digna en pro de nuestra ciudad y de los que la habitamos, porque la ciudad nos forja y nosotros somos capaces de forjar las ciudades para que cada uno de los que vivimos en ella tengamos la posibilidad de disfrutarla, no de padecerla. Son muchas las problemáticas que atañen a las ciudades pero podemos, tal como el ciudadano griego, enfocarnos en el bien común, desde lo propio, lo individual, con la certeza de que somos mortales.