La nostalgia de volver al pasado
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Domingo por la mañana y uno y otro niño se aprestan a ver de nuevo la película que vieron la noche anterior. Se emocionan con las mismas escenas, repiten los mismos diálogos, imitan los mismos gestos de los personajes.
Mientras, en algún otro hogar, la niña o el niño disfruta que su padre, su madre, abuelo o tutor le repita una misma historia o le lea en voz alta el cuento tantas veces leído.
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Esto que ocurre con una enorme cantidad de pequeños tiene su base en un comportamiento que va en busca de la seguridad. Los especialistas en comportamiento infantil aseguran que los niños disfrutan de observar una y otra vez las mismas películas y de que les sean leídos los mismos cuentos o relatos; de repasar las hojas de un libro aun no sabiendo leer, pero entendiendo la trama por las ilustraciones y el tono de sus leyentes.
Lo disfrutan por varias razones: porque, intuyéndolo, desarrollan habilidades neurolingüísticas. Procesan la información recibida en los contenidos a partir de la simple percepción y del disfrute, y son capaces de dotarlos de un valor. Este valor les resulta de utilidad para establecer una comunicación fluida y de su interés en el mundo adulto.
Y la otra razón está relacionada precisamente con este mundo de los adultos: gracias a la repetición, los niños están en condiciones de pronosticar los acontecimientos de la historia. Al poder comunicar a sus mayores qué viene, para ellos representa ser un poco como ellos. Imitarlos en su madurez.
Si bien esto ocurre en la infancia, cosa parecida sucede para los jóvenes. Es esta época de quiebre, en donde se da un distanciamiento con respecto al mundo de los adultos. Sin embargo, lo que se conoce como la facilitación social, terreno en donde la imitación logra que permanezcan patrones de conducta, costumbres y tradiciones, hace reconocibles signos que los jóvenes dejan pasar a sus vidas, aceptándolos y, más allá, reconociéndolos como suyos.
Funcionan sentimientos como la nostalgia. Cosa curiosa: una nostalgia del adulto resultaría lógica. En los descendientes la nostalgia por el mundo de los padres no perecería tanto, pero ocurre. Y ello, también por efectos de la misma seguridad que los niños encuentran en la repetición.
Los jóvenes perciben en la nostalgia un retorno al hogar. Esto es definido por el psicoanalista Gabriel Lombardi. “La nostalgia, ha dicho, es el dolor del retorno, que existe desde la antigüedad. Se trata del anhelo por retornar al hogar”.
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Volver al hogar está en el tono de sentir la seguridad, de encontrar un refugio. Música, modas, personajes, son conocidos por los más jóvenes en virtud de los padres. Los vinilos, los tipos de peinado, la vestimenta, incluso algunas formas de expresarse. Y aunque es el momento de romper con las normas establecidas, también queda en algún rincón ese deseo del retorno. Un aroma que nos invita a recorrer caminos.
Seres que hemos sido de ir de un lado a otro, de marchar, de emigrar, la vuelta al pasado representada en una nostalgia que nos permite regresar, nos ha identificado. De ahí la admiración por las grandes obras, las grandiosas catedrales, los mármoles, sus figuras y las piezas de la literatura y la música. Un volver al pasado que nos identifica, que nos permite un reencuentro con seres queridos que ya no están; que nos acerca a los nuestros.