La nueva vida del centro de Saltillo y la calle de Victoria

Hoy la de Victoria, como muchas otras calles del Centro de Saltillo, tiene una nueva imagen. Sus restaurantes, cafecitos y antros, ofrecen una activa y muy segura vida nocturna, en la que se mueven caminando cientos de personas
La calle de Victoria se llamó antes calle del Curato, porque desde el momento en que se hizo el reparto de tierras españolas a los tlaxcaltecas para que se establecieran junto a la Villa del Saltillo, se señaló la calle y al costado norte el espacio para la parroquia, el convento franciscano y el panteón del pueblo que se fundaba, seguidos por un gran espacio que serviría como plaza pública. El templo que se construyó fue el de San Esteban, por ser el santo patrono de los tlaxcaltecas, y se nombró un cura párroco. De ahí su nombre: calle del Curato, y el nombre del pueblo: San Esteban de la Nueva Tlaxcala. Más abajo se levantó la plaza de Toros de Tlaxcala y, a continuación, se marcó el espacio destinado a las autoridades y el cabildo del pueblo que, según las capitulaciones firmadas con el virrey, sería independiente de la villa española.
En 1834 las dos poblaciones se fundieron en una sola con el nombre de ciudad de Saltillo. Ya en los años treinta del siglo 20, Victoria era considerada una calle principal. Las crónicas de las fiestas patrias y la inauguración del Ateneo Fuente, en septiembre de 1933, registran como culminación de las festividades un “combate floral” el día 17 en la calle de Victoria con recorrido hasta la Alameda. Los combates o batallas de flores fueron una tradición festiva que venía del porfirismo y consistían en un desfile de carrozas y carruajes adornados con flores y pétalos en la que los participantes se lanzaban flores y serpentinas entre sí y también al público.
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La costumbre de reunirse los jóvenes a “dar la vuelta” en las plazas, las muchachas en una dirección y los jóvenes varones en la contraria, a fin de poderse mirar, aunque sólo fuese furtivamente, es una tradición practicada en todas las ciudades del país. Autores saltillenses de entre los años 1920 y 1930, hablan de la costumbre de reunirse las familias en la Plaza de Armas o la de San Francisco los días de serenata, en las que los jóvenes caminaban en el corredor exterior, los muchachos dando la vuelta hacia un lado y las muchachas hacia el otro, mientras las mamás se sentaban en las bancas. Cuando Saltillo creció en población, la plaza debió ser insuficiente y la costumbre de dar la vuelta los jóvenes, se desplazó a la calle de Victoria y la Alameda, los más jóvenes en la primera, mientras los mayores en la segunda.
De ahí nace la expresión “dar la vuelta”. Los domingos, a la salida de misa de 11:30 en San Esteban, se caminaba hasta Purcell y se regresaba, en dirección indistinta hombres y mujeres. Las parejas de novios, de un poco más edad, caminaban en la cuadra de Purcell, de Victoria a Ramos Arizpe, por la acera o el lado de la Alameda. La tarde del domingo era de Cine Palacio.
Los jóvenes se reunían principalmente en el tramo de Xicoténcatl a Purcell. En la esquina de Xicoténcatl los muchachos esperaban afuera de la tienda “El Chícharo”, porque en esa esquina, el camión de la Narro recogía y dejaba alumnos; lo mismo cerca del Cine Palacio en Acuña y Victoria, a la entrada y salida del viernes en la tarde a la función popular y los domingos en la tarde; igualmente a los alrededores del Estadio Saltillo los días de juego de americano o beisbol en el Estadio Saltillo, cuando se enfrentaban la Narro y el Ateneo o este y el Tec Saltillo.
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Entonces la calle era habitada principalmente por familias, y los comercios y negocios cerraban los domingos, excepto las fábricas de sarapes y sus tiendas de artesanías mexicanas. Entre las viviendas de familia estaban las casas de Siller Blanco, Morelos Ochoa (don Gabriel Ochoa fundó el Cine Palacio) y la casa de la familia Martínez López (don Carlos E. Martínez fue ingeniero de la ciudad, varias veces director del Ateneo Fuente y de la Escuela Superior de Agricultura Antonio Narro, el Auditorio de la hoy UAAAN lleva su nombre).
Con el tiempo, el crecimiento de la ciudad y el uso del automóvil diluyeron el paseo de la calle de Victoria y la Alameda. Desde los años 80, el barrio se llenó de comercios, boutiques, zapaterías, restaurantes, antros y desorden; las familias se fueron y la calle adquirió otra imagen. Hoy la de Victoria, como muchas otras calles del Centro de Saltillo, tiene una nueva imagen. Sus restaurantes, cafecitos y antros, ofrecen una activa y muy segura vida nocturna, en la que se mueven caminando cientos de personas. Es tiempo de ir a dar una vuelta.