Se terminó el segundo semestre del año. La suma de todos los males los habremos de atestiguar en los meses que vienen para la segunda mitad del año.
Por lo pronto, hace apenas unos días, la Secretaría de Hacienda nos dio a conocer en su Informe sobre las Finanzas Públicas y Deuda Pública, correspondiente a mayo, que el déficit público −medido a través de los Requerimientos Financieros del Sector Público− se ubicó en los primeros cinco meses del año en 645 mil 702.1 millones de pesos (mdp), un aumento del 164 por ciento respecto al mismo período del 2023.
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Por si fuera poco, el balance primario, pasó de ser superavitario en enero-mayo del 2023 por 216 mil 43.2 mdp, a un déficit de 150 mil 907 mdp para el mismo período del presente año. Con ello no es de extrañarse que la deuda como proporción del PIB –medida a través del Saldo Histórico de los Requerimientos Financieros del Sector Público– se encuentre en el 50.2 por ciento, el mismo nivel registrado en pleno año de pandemia.
En el tema de crecimiento seguimos nadando de muertito. Aunque será hasta el día 30 de este mes cuando el INEGI dé a conocer la estimación oportuna del PIB para el segundo trimestre, la última Encuesta sobre las Expectativas de los Especialistas en Economía del Sector Privado que levanta el Banco de México prevé un crecimiento a tasa anual del 2.37 por ciento.
La información sobre otros indicadores relevantes tales como el consumo privado e inversión fija bruta comenzará a fluir en los próximos días.
Pero lo que viene hacia delante es lo verdaderamente preocupante. Ya se ha comentado ampliamente sobre la incertidumbre que vendrá en septiembre con la ventana del mal que tendrá la actual administración con la aplanadora de la nueva legislatura. No solamente el país deberá resistir los embates internos para desmantelar los pilares que sustentan la vida democrática. Allá afuera libraremos otra batalla de igual importancia.
A principios de noviembre las elecciones presidenciales en Estados Unidos decidirán en buena medida el futuro de una de las últimas líneas de defensa que contamos para la certeza jurídica y el crecimiento económico: el T-MEC. Si Trump gana sabemos cuál será la retórica y las formas de negociar. Si los demócratas obtienen la victoria, tienen varios puntos pendientes por revisar, en materia laboral, medioambiental y energética, donde no hemos querido cumplir.
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Mientras Marcelo Ebrard tendrá que comenzar de inmediato los acercamientos con la nueva administración estadounidense de cara a la revisión del T-MEC prevista para el próximo año, el secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, deberá hacer uso de todas las herramientas retóricas a su alcance para presentar el Paquete Económico 2025 y a la vez convencer a los mercados y a las agencias calificadoras que sí es posible alcanzar un ajuste y consolidación en las finanzas públicas.
Mientras ambos secretarios lidiarán con estos temas, tocará a la sociedad civil librar la batalla por la defensa del Poder Judicial y órganos autónomos. En tanto la especulación contra el peso estará a la orden del día.
Se viene una segunda mitad del año complicada. Una larga noche nos espera. Poder Judicial, T-MEC y finanzas públicas constituirán la trinidad que definirá el futuro de nuestro país.
Economista y catedrático de la Facultad de Economía de la UAdeC
Twitter: @guillermo_garza