La triste aportación de Nuevo León al cuidado del medio ambiente
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Nuevo León es una entidad que se caracteriza por sus significativas aportaciones a nuestro país.
Nuevo León es hogar de grandes empresas que dan empleo a cientos de miles de mujeres y hombres en todo el mundo. Compañías como Cemex, Femsa, Vitro, Alfa, Maseca, Banorte, Hylsa, o Deacero, fueron fundadas en esta tierra.
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Nuevo León también es cuna de grupos norteños de gran fama, y de una riqueza culinaria que va desde los empalmes, la carne seca, el chicharrón de la Ramos, hasta las Glorias de Linares.
En Nuevo León vieron la luz primera universidades que son ahora un orgullo nacional. Miles de egresados del Tec de Monterrey, de la UDEM y, sobre todo, de la Universidad Autónoma de Nuevo León, ocupan las posiciones laborales más importantes en todo México.
Pero últimamente Nuevo León ha tenido una triste aportación a nuestro país, y no me refiero a la política fosfo-fosfo instrumentada por Samuel García y Mariana Rodríguez.
En los últimos años Nuevo León ha sido una mala noticia por el pobre cuidado al medio ambiente en esta entidad. Por un lado, sigue presente para muchos la terrible escasez del agua sufrida en miles de hogares. Por otro lado, hace una semana salió en las noticias y periódicos de todo México los terribles niveles de contaminación sufridos en esa entidad. Municipios como Monterrey, San Pedro Garza García, Santa Catarina, Juárez, Apodaca, García, y, sobre todo, Cadereyta, estuvieron en el top ten de las ciudades más contaminadas del mundo. La ciudad sede de la refinería de Pemex, encabezó la lista mundial con una concentración de contaminantes 4.6 veces superior al límite recomendado por la Organización Mundial de la Salud.
Es increíble que a la fecha siga operando esa y otras refinerías en nuestro País; que en ciudades como Monterrey no se tenga un programa como el de “Hoy no circula”; que empresas como CEMEX sigan devastando enormes montañas, con todo y los árboles que en éstas crecían.
Hablar de cuidado al medio ambiente es casi una obligación en estos tiempos. Y no es para menos, pues últimamente los seres humanos, con la torpeza que nos caracteriza, hemos decidido destruir el planeta en que vivimos. La falta de conciencia ecológica ha causado grandes daños y si no actuamos a tiempo, la vida futura será más dura aún que en tiempos de López Obrador.
No soy de las personas que acusan al gobierno de ser el responsable de todos nuestros males. Pero en el caso ecológico no se puede negar que las autoridades han contribuido a la degradación del medio ambiente. El gobierno es quien aprueba la instalación de tal o cual industria, sin fijarse en lo contaminante que puede ser. El gobierno es el encargado de penalizar los daños al medio ambiente que muchas veces pasan desapercibidos. El gobierno es el encargado de evitar que los vehículos contaminen. El gobierno debe prevenir los incendios forestales mediante una campaña de concientización y, sobre todo, con un equipo capaz de apagar hasta el fuego de un recién casado. El gobierno debe evitar manejos corruptos en la elaboración de una obra o en la aprobación de desarrollos de vivienda u hoteles que afecten selvas, manglares, bosques o manantiales de agua. Nuestras autoridades deben velar por el cuidado de nuestros bosques, de evitar la instalación de empresas contaminantes, o de prohibir proyectos que sólo han dañado a nuestro entorno.
No es un exceso afirmar que Andrés Manuel López es el peor presidente que hemos tenido en mucho tiempo. Su error más graves es el desprecio de la vida humana, y de la vida natural.
Durante su administración, miles de hectáreas de bosques, selvas y manglares se han destruído con la construcción de proyectos como el tren Maya, la refinería de Dos Bocas; con la escasa generación de energías limpias, como las energías eólica y solar; y con el extendido uso del combustóleo, de gasolinas y de la quema del carbón.
Pero los ciudadanos también somos responsables de provocar un enorme daño a nuestro planeta. somos en gran medida responsables al bloquear los arroyos con basura, colchones o llantas. Encima de ello, no existe entre muchos de nosotros la cultura de la separación de la basura o del reciclaje.
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Según estudios científicos, una lata de aluminio tarda en descomponerse más de 200 años, un envase plástico hasta 400 años, un neumático más de 500 años. De esta manera, resultan alarmantes las consecuencias que se tienen por arrojar en la calle una simple bolsa de plástico.
La conservación de nuestro planeta es responsabilidad de todos.
Por eso, autoridades y ciudadanos debemos luchar diariamente por mantener limpio nuestro entorno. Con ello, conseguiremos una mejor calidad de vida.
aquientrenosvanguardia@gmail.com