La vida mentirosa de los adultos
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‘Y así, por probar, una tarde convertí la mentira en realidad’
Las mentiras son una droga dura en las sociedades donde andar sin maquillar es factor de riesgo para contraer el desprestigio que concede la moral de las apariencias. Sobre ello escribió de manera brillante Elena Ferrante en La Vida Mentirosa de los Adultos.
Echar mano de la posverdad subsidia la apariencia social, relatar lo que quisiéramos ser y poseer entra al quite con las rígidas limitantes del mundo de los hechos. Así, la venturosa estrategia de fabular permite al relator nadar de muertito y no hundirse en el mundo de los apestados.
La poesía de Fabio Morábito ahonda en la cara oculta de la mentira, es decir, las cosas que se omite contar, pero resultan imposibles de ocultar por la desobediencia del lenguaje físico que expresa con sinceridad las voces interiores.
A través de su prosa sabemos que «la lengua aquí se esconde bajo tantas heridas que hablar es lastimarse y quien habla mejor es quien lastima más, el que mejor se esconde». Con esta careta, aunque sea momentáneamente, no se está obligado a ser quien viste y calza, sino la otredad que el relato concede al estilo del método Stanislavski, donde el secreto radica en la auto credibilidad para asumir el personaje narrado.
En las páginas de la novela nos enteramos de la historia de Giovanna, la joven hija de una familia intelectual perteneciente a la clase media napolitana. Sus lazos sociales son escasos y provenientes de un mundo donde la búsqueda del prestigio académico es el leitmotiv de la rutina diaria.
La penitencia de compararse con sus coetáneas devino en una neurosis que encontró la puerta de emergencia encarnada en una tía desconocida y despreciada por el resto de la familia, ya que tenía el fortuito descaro de vivir las contradicciones consustanciales.
Descubrir a esa mujer por sí misma era abrir la caja de pandora familiar y asumir el riesgo de soltar la rienda a las bestias generacionales amotinadas, a pesar de que dentro pudiese albergar la esperanza de la reconciliación, no habría vuelta atrás.
Para su padre encontrar en su retoño lo que desprecia, pero inevitablemente corre por sus venas, lo desacraliza de su trabajada posición social de figura egregia en la sociedad universitaria.
Con el mundo encima, Giovanna aprende a ejercer la doctrina del pensamiento mágico para sosegarse en circunstancias que la zarandean como novatada de ingreso a la adultez; y es a través de rezos, conjuros, invocaciones y amuletos que logra recuperar la congoja que concede el consumo de los placebos.
Todo ello debido a que la tormenta de las expectativas ajenas arrecia en el yo interior que se esconde de forma perene para sufrir a sus anchas sin que la pirotecnia de las redes sociales haga leña del árbol caído.
La chica se da cuenta que se ha hecho adulta cuando se sabe capaz de moverse con soltura en un mundo de apariencias, rituales, intenso contacto físico y desazón por una realidad insatisfactoria que se le viene encima, pero que encuentra un remedio en la otredad narrativa que conceden las mentiras.
Con ello firma el pacto de no descubrir al otro en plena pantomima porque hacerlo es también encontrar algo de sí misma. Así reconoce que el descubrimiento hace daño a ambos, pues enseña las flaquezas democráticamente como un espejo de feria, donde es posible distinguirse en sus semejantes a pesar de la distorsión.
Escarbar en las mentiras de la sociedad es dentellar en las pasiones humanas, es decir, sumergirse en la compenetración emocional que representan los dolores enquistados, las obsesiones y la mirada perentoria de una colectividad que juzga, pero disfruta del embuste.
Por Oscar Wilde supimos que el ser humano tiene severas complicaciones para ser sincero y por ello se disfraza de un personaje que es capaz de decir la verdad a pelo cuando tiene el antifaz sobre la cara, sin embargo, hay preguntas en el aire que este texto trae a colación.
¿Qué ocurre en el mundo de los adultos y en sus cabezas razonables, por que mienten y qué clase de adicción esconde la mentira que los transforma, incluso, en reptiles?