La vocación transformadora de la infraestructura urbana
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Si queremos que la gente circule a pie por determinado lugar, conviene crear un andador peatonal que cubra el recorrido. Si deseamos que descanse en cierto espacio, conviene dotarle de bancas y sombra. Cada dinámica precisa de activos específicos que hacen que suceda
Existen distintas formas de inducir dinámicas urbanas para atender las problemáticas cotidianas de una ciudad. Una de las que resulta más efectiva –cuando se implementa de manera adecuada– radica en la dotación de infraestructura que incentiva tal dinámica.
No es difícil imaginar la eficacia de ello. Si queremos que la gente circule a pie por determinado lugar, conviene crear un andador peatonal que cubra el recorrido. Si deseamos que descanse en cierto espacio, conviene dotarlo de bancas y sombra.
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Cada dinámica precisa de activos específicos que hacen que suceda; que la convierten en inevitable. Cuando logramos comprender una dinámica urbana, sabemos qué requiere para suceder y estamos en posibilidad de atender las necesidades que plantea.
En la mayoría de las ciudades latinoamericanas, una de las principales problemáticas –con los correspondientes dolores de cabeza, tanto para las personas que trabajan para el gobierno como para quienes están en la amplia trinchera ciudadana– está en la movilidad.
Por lo general, en la percepción colectiva, la problemática de la movilidad radica en los tiempos para trasladarse en automóvil de un lugar a otro, en la ausencia de estacionamientos disponibles y en las considerables cargas vehiculares en las vialidades.
Sin embargo, eso es apenas una pequeña parte del problema, incluso lo podríamos ubicar en el terreno de las consecuencias. El núcleo de la problemática está en la falta de diversificación de opciones de movilidad y en que la ciudad invita a usar el automóvil.
Además, claro está, la ciudad no invita de manera atractiva a optar por otras formas de desplazamiento, por ejemplo, caminar. Apenas este lunes, VANGUARDIA publicaba un profundo análisis sobre el carácter excluyente de las banquetas en nuestra ciudad.
Las vialidades también son excluyentes de otras formas de movilidad distintas a la motorizada. Con las velocidades a las que nos movemos, es cada vez más un acto de fe usar la bicicleta en lugares que no cuentan con ciclovía o que, teniéndola, está destruida.
El transporte público sería la alternativa más adecuada, y vaya que se han realizado esfuerzos en la materia, pero la complejidad que plantean las concesiones y la virtual competencia con las unidades de transporte de personal, dificultan su adopción.
Sin embargo, esto no nos deja en la imposibilidad de hacer algo. Existen acciones que podemos ir realizando para empujar una nueva dinámica de diversificación de la movilidad urbana que visibilice y dé su lugar en el espacio urbano a las otras formas de traslado.
En este sentido, retomo el tema de la infraestructura enfocada a la movilidad en bicicleta. Una de las principales razones por las que la gente no usa la bicicleta para desplazamientos utilitarios es porque no tiene en dónde dejar la bici de manera segura.
Tal vez quien lee estas líneas ha identificado que en varias tiendas de autoservicio de la ciudad, justo a un lado de su acceso se cuenta con un cicloestacionamiento. Al menos en mi caso, es rara la vez que no veo por lo menos una bicicleta asegurada a la estructura.
Esto es indicador de tres cosas al menos: en el lugar hay algún cliente o trabajador que usa la bicicleta. Esta persona se siente segura de dejar la bicicleta ahí y de encontrarla al salir. La persona que la usa evitó desplazarse en alguna forma de movilidad motorizada.
Ahora imaginemos tener cicloestacionamientos seguros, bien cuidados y debidamente instalados, ubicados en puntos como escuelas, comercios, centros de trabajo, sitios culturales. ¿No sería también probable que la oferta se encuentre con la demanda?
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Algunas ciudades cuentan incluso con puntos de reparación de bicicletas, dotados con llaves Allen, desarmador, bomba mecánica de aire y hasta lija, para que alguien cuya bicicleta sufre una ponchadura o desperfecto tenga lo básico para realizar una reparación.
Esa infraestructura que ni es tan cara ni es tan complicada de instalar, puede generar en alguien que tiene una bicicleta y que tal vez no se anima aún a usarla para recorrer la ciudad, la intención de darle una oportunidad a esta alternativa para la movilidad urbana.
Imaginemos también cómo abonarían a ello mejores controles de las velocidades de los automóviles, la dotación de carriles compartidos y de circulación preferente para bicicletas, que por precisar sólo de pintura son mucho menos costosos que las ciclovías.
Haciendo equipo entre sociedad y gobierno para estas pequeñas acciones, podremos dar a la movilidad urbana un futuro posible.
jruiz@imaginemoscs.org