Las pesadillas del séptimo año... las padece hoy AMLO
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Lo que se esperaba como una transición transparente, amable y sumisa entre AMLO y la Presidenta se está convirtiendo en uno de los más trágicos séptimos años de la historia
Si bien es cierto, los periodos presidenciales del México moderno tienen una duración de seis años, a lo largo de la historia se ha comprobado que el año más difícil es el séptimo, es decir, el periodo inmediato a empezar a ser expresidente.
Al parecer, la práctica de establecer un parteaguas entre la toma de posesión del nuevo presidente y el anterior fue iniciada por Lázaro Cárdenas, cuando prácticamente desterró de México a Plutarco Elías Calles; luego Adolfo Ruiz Cortines, en la misma ceremonia de ungimiento, adelantando el paso a Miguel Alemán en las escaleras del Palacio al Congreso, a la par de mencionar: “Con permiso, soy el Presidente”, y la posterior destitución de los gobernadores Tomás Marentes Miranda, de Yucatán, en 1953; de Guerrero, Alejandro Gómez Maganda, en 1954, y Manuel Bartlett Bautista, de Tabasco, en 1955, todos alineados con su antecesor.
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Posteriormente, en el proceso de sucesión de Díaz Ordaz hacia Echeverría, amén de que este último guardara un minuto de silencio por los muertos del 68, en plena campaña persiguió a los aliados de su mentor e hizo renunciar a Alfonso Martínez Domínguez como regente del entonces Distrito Federal.
Echeverría, a su vez, en el sexenio de López Portillo fue enviado al último rincón del mundo como embajador en Australia y Oceanía, además de ordenar la destitución de Flores Tapia como gobernador de Coahuila; De la Madrid envió a la cárcel a Díaz Serrano, a Arturo “El Negro” Durazo y a Lerma Candelaria, alfiles de su antecesor. Cabe hacer mención que en esas fechas y después de una campaña de denostación a López Portillo, este mandó a publicar una página en El Universal con un mensaje: “¿Tú también, Luis?”, dirigido a Echeverría, quien se había sumado a las críticas a este sexenio.
Salinas de Gortari no tocó a su antecesor, sin embargo, fue culpado y juzgado por el pueblo de sumirnos en la más grave crisis económica; Zedillo mandó a la cárcel a Raúl Salinas y marcó su raya; Fox se ocupó de perseguir a Rogelio Montemayor como presea para el nuevo régimen en un rompimiento de la transición, pero muy light; Calderón prácticamente dejó en paz a su antecesor, aunque las críticas por la falta de acción contra el crimen organizado fueron evidenciadas.
El regreso del PRI con Peña Nieto cobró factura a su antecesor, con la prisión para Elba Esther Gordillo por la traición al PRI y su alianza con Calderón. El séptimo año de Peña Nieto transcurrió plácido, aunque con la prisión para Rosario Robles y la cancelación del aeropuerto de Texcoco, en un evidente pacto del PRI con AMLO, a fin de que el resultado de la elección de 2018 no fuera manchado por impugnaciones, en un acuerdo criminal entre las cúpulas.
Lo que se esperaba como una transición transparente, amable y sumisa entre AMLO y la Presidenta se está convirtiendo en uno de los más trágicos séptimos años de la historia.
Y no hablemos de la sumisión rota en un pacto que fue violado por AMLO desde los inicios del sexenio, que inició con la imposición de la Sra. Piedra Ibarra en la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), sino después en la sublevación de las cámaras en los procesos legislativos iniciales y propuestas de Claudia Sheinbaum al Congreso, que fueron bateadas por ambos líderes camerales.
Las graves evidencias periodísticas en contra de los hijos del expresidente, el contubernio de Morena con el crimen organizado, el huachicol fiscal, el decomiso de fentanilo, la situación de violencia en Tabasco, Chiapas y Sinaloa, y los acuerdos en lo oscurito con Trump no sólo son muestra de un rompimiento con el régimen pasado, sino también con parte del sistema ideológico-político que Morena ha tratado de seguir de acuerdo con los cánones del Foro de São Paulo.
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El alfil de la Presidenta es, sin duda, su secretario de seguridad, sin embargo, al interior de Morena se percibe una división de lealtades entre quien paga por ver hoy y quien lo hizo anteriormente. Y como lleva mano la que tiene el presupuesto, pues para allá van las fidelidades.
Así transcurre este primer año de gobierno de la nueva Presidenta y el séptimo del anterior, con un saldo desastroso para López Obrador, quien se creía intocable y hoy puede enfrentar acusaciones más graves que las que implican a sus hijos en el huachicol fiscal.
Olvida el expresidente que la lealtad dura mientras se está en el poder, y como decía Richelieu: “la traición es sólo cuestión de tiempo”.