Lectura a primera vista, una visión de la inmediatez
La capacidad de leer una partitura a primera vista, sin estudio previo ni lectura silenciosa, es una habilidad muy valorada y buscada entre los músicos, muy probablemente poco conocida fuera del ámbito musical, aun entre los melómanos o aficionados a la música. Se puede adquirir con el tesón del estudio diario leyendo pasajes de la pieza elegida, con moderada velocidad, manteniendo el pulso y tratando de integrar a la lectura de las notas todas las indicaciones de dinámica, ritmo y agógica.
No es tarea sencilla ni de logros inmediatos; requiere de constancia, planeación y, obviamente, mucha paciencia. Adquirir y fortalecer esta habilidad trae consigo muchos beneficios para el intérprete, tales como una rápida asimilación de la totalidad de la pieza; un vistazo general a las secciones que la componen; una idea aproximada de los pasajes más difíciles y espinosos; un encuentro inmediato con el andamiaje, las texturas, armonías y contrapuntos de la obra; el diálogo con el autor, en lugar de asimilar la obra de una manera cercenada.
Mi primera experiencia telúrica con la falta de esta habilidad en mis años iniciales como estudiante de música, fue cuando empecé a trabajar en una escuela de ballet. La maestra y dueña de la escuela no hablaba español y vociferaba en un ruso mezclado con alemán. Supongo que todas las bailarinas eran políglotas porque entendían todas sus exclamaciones al pie de la letra, moviéndose con sincronía.
Las piezas con las que debía acompañar los ejercicios y coreografías de las bailarinas estaban en una treintena de libros con piezas clásicas de toda índole. Yo tenía que saber qué tipo de pieza tocar combinándolas en el curso de la clase: ternarias, binarias, valses, mazurcas, zarabandas, rondós, etc. Mi capacidad de lectura a primera vista en ese entonces era casi nula y mi conocimiento del repertorio para piano era muy limitado, circunscrito al repertorio de mis clases de piano. Debo decir que esa experiencia en la academia de ballet me permitió desarrollar una incipiente lectura a primera vista merced a la presión que ejerció sobre mí la maestra de ballet: leer todas las piezas de esos libros en una semana, recorrerlos una y otra vez, me activaron paulatinamente la velocidad y comprensión de lo que leía en los pentagramas y lo que articulaba en el teclado.
Con el paso de los años adquirí el hábito de leer piezas de cabo a rabo todos los días. Y sigo haciéndolo. Es una práctica obligada en cualquier músico que se precie de serlo. Así como debe haber un sólido hábito de lectura de textos, así también lo debe haber en relación con las partituras. El desarrollo constante de una cultura auditiva es un imperativo para el aspirante a músico, así es lo mismo con la lectura de partituras de todas las estructuras como de corrientes y estilos. Se conserva la crónica del encuentro entre Edvard Grieg y Franz Liszt- dos de los más icónicos compositores decimonónicos que nos legaron maravillosas obras, cimientos de la era del Romanticismo musical- en la que aparece el indicio de las bondades y ventajas que otorga la lectura a primera vista.
Grieg tenía 25 años cuando empezaba a escribir su Concierto para piano y orquesta en la menor, Op. 16. Recibió en ese entonces una carta de Franz Liszt, elogiando su Sonata para violín y piano, Op. 8. Gracias a esa misiva elogiosa, Grieg recibió una generosa beca del gobierno noruego para visitar al abate Liszt, que en ese momento residía en Roma. Hacia allá se dirigió el noruego y al llegar le mostró a Liszt su Concierto para piano y orquesta que estaba todavía inconcluso. Liszt le pidió que lo tocara, pero Grieg se excusó diciendo que todavía no lo leía muy bien (¡su propia obra!, muy curioso y extraño). Diciendo esto, Liszt coloca la partitura en el piano y la toca a primera vista, incluida la parte orquestal. Grieg le corrige sobre la marcha indicándole los tempi y algunas dinámicas que no estaban escritas aún. Al final, Liszt lo encomia y lo anima a seguir componiendo. Otras de las grandes dotes o habilidades requeridas en un músico es la improvisación, que ya comentaré y colocaré en un próximo atril.
CODA
“Procura llegar a comprender la música escrita, sin ejecutarla: con solo leerla”, Robert Schumann.