Lecturas pasadas

Opinión
/ 10 octubre 2024

Leo un libro de lectura para niños de quinto y sexto años de primaria. Ese texto, aparecido en 1930, contiene una lección de Historia:

“...Más tarde Cortés volvió con todos sus soldados y después de un sitio prolongado y cruento capturó la ciudad y a Cuauhtémoc y lo llevó al tormento para arrancarle el secreto de los tesoros reales. Cuauhtémoc, como sabéis, aprovechó la ocasión para hacer una frase célebre...”.

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El autor de ese libro para niños es Salvador Novo.

No podía ser otro.

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Leo ahora un libro de Ciencias Naturales, de ese mismo año:

“...El erizo se aletarga en cuanto la temperatura baja a unos 4 grados centígrados, y para ello se retira a cualquier agujero natural bien oculto bajo matorrales espesos. Allí queda tan profundamente dormido que se le puede coger y echarlo a rodar sin que se despierte. Se cita el caso de un erizo al cual se degolló mientras dormía, sin que diese la menor señal de dolor. Lo más curioso es que a causa de la lentitud con que entonces circula la sangre, a las dos horas de haberle cortado al animalito la cabeza todavía se notaban los latidos de su corazón. El experimento es algo brutal, motivo por el cual no os aconsejo que lo repitáis...”.

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El año de 1906 la señorita profesora, Dolores Correa Zapata, maestra de Economía Doméstica en la Escuela Normal para Profesoras, de la Ciudad de México, publicó su librito “La Mujer en el Hogar”, dedicado a doña Carmen Romero Rubio de Díaz. De esa obra entresaco los siguientes textos’

“...Los hábitos de la mujer mexicana son en lo general los más apropiados para constituir la felicidad del hogar. Lástima que, acaso como hereditario rasgo aristocrático, sea bastante común en las señoras el hábito de levantarse tarde. Lo que acontece a diario es que cuando la señora se levanta los niños ya se han ido a la escuela sin arreglarse, poniendo a la señora en evidencia, o sin desayunar, exponiéndose a enfermarse; el señor se ha ido también en ayunas, con peligro de pasar ‘a calentarse’ con una copa en la cantina, y está hirviendo ya el puchero en que la criada ha echado un trozo de jamón rancio, o de carne pasada, o una col podrida. Toda buena señora debería cambiar el aristocrático hábito de levantarse tarde por el hábito, vulgar pero saludable, de levantarse temprano...”.

“...Vamos a hablar ahora de los peligros del hogar.

Herida-. Hay mujeres que a la sola vista de la sangre, en vez de acercarse a restañarla, prorrumpen en gritos, se tapan la cara con las manos y huyen despavoridas alejándose del paciente. Casos suelen verse en que, a la vista del niño herido, la señora se desmaya por un lado, la criada por otro, los demás niños lloran asustados, y sólo queda en pie el papá, que a punto de contagiarse también del susto tiene sin embargo fuerzas para cargar a su hijo y llevarlo en brazos al médico. Hay quien suponga que los desmayos de la madre se toman como único recurso para librarse de los reproches del señor por no haber tenido buen cuidado del niño...”.

Bueno, por lo menos aquellos textos no contenían propaganda política ni adoctrinamientos ideológicos.

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