Límites de la globalización agudizan problemáticas de la humanidad
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Tarde o temprano los efectos normales de la globalización llegarían a los países del llamado “primer mundo”. Según el paradigma neoliberal, el mercado, como condición natural del capitalismo, es la mejor manera de asignar los recursos escasos en la sociedad y el bienestar es resultado de la libre oferta y demanda; así, la ambición, el egoísmo y la avaricia como supuestos “pecados” individuales se traducen en virtudes colectivas, porque impulsan la producción y el intercambio sin intervención de otro agente, es decir, con la menor participación del Estado en la economía.
En la década de los años setenta del siglo pasado urgió la colocación de excedentes de capital de países desarrollados en países subdesarrollados que aplicaban proteccionismo en su economía (aranceles y cuotas de importación, entre otras) para proteger empleo e inversión nacional. Posterior a crisis recurrentes, la deuda externa se renegoció con el Fondo Monetario Internacional como interlocutor entre deudores y la banca internacional; lo anterior implicó apertura comercial y financiera en economías periféricas, con inversión extranjera en contención salarial, reducción arancelaria, venta o liquidación de empresas paraestatales, privatización o subrogación de servicios públicos, entre otras imposiciones.
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Error de perspectiva es analizar la realidad económica de manera técnica y aislada de otros factores políticos, sociales y culturales, además que el análisis se centre en entornos de corto plazo o sólo ajustes de mercado. Las economías se desarrollan en amplios procesos históricos.
Salarios reducidos han sido condiciones favorables para la inversión de empresas trasnacionales en el mundo, de igual manera la reducción de costos por contratación de migrantes eventuales o ilegales, porque el objetivo final no es el bienestar social, sino la acumulación de capital. Las decisiones del presidente Donald Trump respecto a balanza comercial se decretan por efectos negativos en la sociedad estadounidense en casi cincuenta años de globalización.
A esta situación se añaden las políticas favorables al capital más que a la justa distribución de la riqueza en los países desarrollados, sólo un ejemplo evidente fue la desregulación financiera que condujo a la crisis hipotecaria de 2008.
Un estudio del sociólogo William I. Robinson, profesor de la Universidad de California en Santa Bárbara (La Jornada, 06-02-25), revela que desde el año 2021 en Estados Unidos la inseguridad alimentaria aumentó 40 por ciento y la pobreza creció 67 por ciento, esto es que más de la mitad de familias de clase trabajadora, quienes viven en esta condición socioeconómica o justo por encima de la línea de pobreza; además, según la referencia, más de la mitad de los hogares en ese país tienen trabajo eventual y 38 por ciento no poseen ingreso estable, por tanto, carecen de ingresos para cubrir gastos de emergencia por 400 dólares, “viven al día, de sueldo a sueldo”.
Esta situación de inconformidad es la que los gobiernos neoliberales demócratas y republicanos no atendieron desde hace décadas. Con narrativa de culpar a otras naciones de sus problemas, en noviembre de 2024 triunfó el populismo de derecha representado por Trump (excluyente, clasista, misógino, intolerante), lo que evidencia efectos negativos de la globalización en países industrializados. En términos de estabilidad económica y bienestar social, el libre mercado no asigna óptimamente los recursos y son su resultado normal concentración de riqueza, menor demanda agregada y ciclos económicos en descenso. Límites de la globalización que agudizan problemáticas de la humanidad.
En el mundo son evidentes los efectos nocivos causados por el mercado internacional actual, construido con base en la expansión del capital con menos restricciones y barreras. Además, una guerra arancelaria conlleva más problemas que soluciones: espiral inflacionaria, altas tasas de interés, reducción de inversión y empleo, entre otras consecuencias negativas.
Se evidencia así la necesidad de orientación estatal de la economía, como en China desde la década de los años setenta del siglo pasado, con reformas económicas de liberalización, pero con estrategias del Estado con resultados positivos. O como el “Plan México” y la “prosperidad compartida”.