Lo que está en juego en las urnas el 2 de junio

Opinión
/ 15 mayo 2024

El próximo 2 de junio habremos de elegir a la próxima titular de la Presidencia de la República. Estos tiempos modernos polarizan y dramatizan la contienda política, que alcanza rincones nunca vistos. Los discursos hoy profetizan: el triunfo de un bando significará la catástrofe nacional, según sus contrarios. Éstos aseguran que nos jugamos la supervivencia como país, si no votamos por ellos. Este drama discursivo no es privativo de México, está de moda en el mundo entero, aunque en declive. Este catastrofismo bifronte es un síntoma de una crisis mucho más amplia y general.

En 1929, Plutarco Elías Calles paró la matazón y puso orden en la pugna por el poder. Disciplinó a los caudillos en pugna y señaló que había llegado el tiempo de las instituciones. Fundó el Partido Nacional Revolucionario, abuelo del PRI, y con ello al sistema político mexicano.

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Así nació un gobierno autoritario, hereditario, formalmente democrático en el que el Presidente de la República estaba limitado a un periodo de seis años. La democracia real no existía, ni con adjetivos ni sin ellos. Ese sistema entró en crisis, primero en 1968, después en 1985 y 1988, hasta agotarse en 1997 para dar inicio a un periodo de alternancia en el año 2000.

La naciente democracia electoral abrió paso a la alternancia, pero nunca se consolidó como una democracia madura de cuño occidental. Vaya, ni cerca estuvo de ello. Esto no quiere decir que no se hayan dado pasos positivos. Hoy el autoritarismo antañón se ve contenido por los pocos instrumentos democráticos que se crearon. Irónico resulta que el PRI, el que encabezó el boicot a la democracia, hoy desde la oposición, alerta sobre una posible regresión autoritaria, que ellos encarnaron y encabezaron durante 71 años.

Más allá de dimes y diretes, lo cierto es que México se encuentra entre regresar a una democracia mediocre, o seguir con la transformación de cuarta. Analicemos ambas posibilidades. Si gana Xóchitl volvemos al estado anterior a 2018, a una democracia mediocre. No tendrá mayoría en el Legislativo, los bandos en pugna habrán de boicotear cualquier intento de profundizar el proyecto democrático. Contra cada gran cambio que requiere el país, existe un interés corrupto y corruptor.

En ese escenario, Xóchitl tendrá dos opciones: cortar de tajo con la partidocracia y apoyarse en la sociedad civil para impulsar una gran cruzada nacional contra la corrupción, que es el corazón del sistema autoritario; o bien medir sus fuerzas y de plano apostar a un proceso lento, gradual, pero seguro. Tolerar la corrupción de sus aliados a cambio de sentar las bases para que los gobernantes futuros, en todos los niveles, lleguen a construir sobre lo avanzado, pero seis años son muy pocos, y la falta de resultados se castiga en las urnas.

Claudia tiene también dos caminos: un segundo Maximato, como fuera el de Plutarco Elías Calles, la doctora Sheinbaum ocuparía la silla presidencial pero, en realidad, quien mandaría de facto lo haría desde su finca en Palenque, “La Chingada”, pero no creo que el asunto vaya por ahí, porque las reglas del sistema político mexicanos son tan fuertes, que nadie va a contestar el teléfono al viejito de Palacio el próximo dos de octubre. La segunda opción, es más realista: una Claudia Sheinbaum más ideológica que Andrés Manuel, pero mucho más técnica, y sin duda más inteligente. Pero su margen de maniobra será muy limitado. Tendrá pesos y contrapesos dentro y fuera de su gabinete, dentro y fuera de su partido. Tampoco tendrá mayoría en el Legislativo, pero tendrá a muchos legisladores de oposición dispuestos a dársela a un precio muy caro, y corruptor sin duda. Su concepción de la democracia liberal y clásica está muy alejada de lo que desearíamos, pero con tanto contrapeso, no podrá ir ni hacia delante ni hacia atrás. Será una democracia que parezca más una camisa de fuerza que un conjunto de reglas para que el poder se autocontrole de manera armónica y propositiva.

Terminé de leer Mutaciones, autobiografía intelectual de Roger Bartra, este hombre de izquierda, entre muchas otras cosas, alertó sobre la cooptación de la izquierda por parte del sistema PRI del cual salió Andrés Manuel López Obrador. Qué curioso, eso mismo sucedió a la centro derecha llamada PAN, con otras estrategias, con otros jugadores, pero con el mismo resultado. El sistema corruptor seduce, coopta y después controla.

México encara una disyuntiva: regresar a una democracia mediocre, en la que habrá algunos logros positivos, pero persistirá la corrupción institucional, o un autoritarismo light, controlado por los intereses internos y externos. Esto aplica para ambas candidatas presidenciales, de ellas depende el toque que quieran darle. En el mejor escenario no veo más que un avance o retroceso limitado. Sentar bases con la esperanza de haber aprendido algo en estos veinticuatro años de democracia estancada e intentos de regresión autoritaria. Aprovechar que la economía, bien que mal, avanza, pero con retos enormes en el frente ambiental, social, de seguridad y de justicia. En todo caso, un avance mediocre es mejor que un retroceso. No se alarme, los dramas terminan siendo mucho más aburridos de lo anunciado en las campañas.

X:@chuyramirezr

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