Los jóvenes. Siempre los jóvenes
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¿Cuál es la visión de las autoridades políticas y eclesiales respecto a los jóvenes? Ellas tienden a tener, mayormente, una visión adultocéntrica que parte desde la mirada del adulto, sin empatizar con el sentir y pensar del joven.
Mientras unos, en ellos, ven votos, otros buscan fieles a la doctrina que profesan. La retórica que cada uno utiliza es distinta: una es terrenal, la otra espiritual, pero el fin es el mismo. Utilizar a los jóvenes para alcanzar sus fines particulares; ya en esta tierra material o en el cielo espiritual.
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Justo es decirlo, estas autoridades, políticas y eclesiales, miran a los jóvenes con un sentido de urgencia porque su juventud es efímera: sólo dura 14 años. En México, 40 de los 129 millones de la población total, son jóvenes entre 15 y 29 años. De ellos, 10.8 millones son adolescentes entre 15 y 19 años.
“Un 42.9 por ciento de esos jóvenes, entre 15 y 29 años, tiene carencias en educación, salud, vivienda y alimentación y sus ingresos no les alcanzan para satisfacer sus necesidades básicas. Es decir, son pobres. En total, suman unos 17.16 millones de personas”.
La pregunta: ¿qué futuro ofrecen esas autoridades a estos jóvenes, que nacieron en el estrato social equivocado?
Las autoridades políticas les obsequian a cambio de votos: Embarazo temprano. Maternidad juvenil. Prostitución. Drogadicción. Alcoholismo. Represión policial. Trabajos con bajos salarios. Entornos familiares y comunitarios violentos. Integración al crimen organizado. Imposibilidad generacional para romper el círculo de pobreza. Y la imposibilidad de una ciudadanía plena.
Las autoridades eclesiales, en cambio, les brindan por su fe, la capacidad para soportar y trascender ese mundo como buenos feligreses.
Mientras la mirada adulta de las autoridades insista en definir -y significar- al joven como un botín de presa, las condición de éste no cambiará.
Y, sin embargo, la pobreza y la violencia crecerán con tintes apocalípticos en los guetos, llamados también colonias populares.
Es urgente que dichas autoridades abandonen esa mirada adultocéntrica para repensar desde el sentir y el pensar de los jóvenes, políticas públicas que los conviertan en sujetos -no objetos- de su propia historia. ¿Qué tan difícil es imaginarlos integrados al diseño, implementación, monitoreo y evaluación de programas o políticas propuestos por ellos mismos?
¿Qué tan complicado es pensar en jóvenes proponiendo y aterrizando un modelo de iglesia comunidad que integre su capacidad profética para transformar el mundo?
Ejemplos como esos, hay muchos en otras partes del mundo. Pero en nuestro país, esas autoridades ensalzan, por un lado, al joven como el futuro de México, mientras por el otro, temerosos de su poder, acuchillan su corazón pletórico de esperanza.
Para insistir, con una sonrisa en su rostro, ante los flashazos de los reporteros: “Sí. Los jóvenes. Siempre los jóvenes”.
Nota: El autor es director general del ICAI. Sus puntos de vista no representan los de la institución.