Marcelo ‘La Tara’, el viesquense al que la fe le restauró la vida
Marcelo Flores Luna “La Tara” es una de las personas que las circunstancias de la vida lo endurecieron y le llevaron a formar carácter, pues las sencillas y humildes realidades de la experiencia humana que tuvo que resistir a lo largo de su existencia son, sin duda, forjadoras de su gran espíritu, necesario para afrontar las duras realidades. Él, es originario de Viesca, llegó a este lugar semidesértico el 11 de enero de 1975. Su mamá fue María Estela Luna Mata y su papá Francisco Flores Faire, es el segundo hijo del matrimonio Flores Mata. Sus hermanos son Juan Ángel, Omar y Francisco. Comenta que el apodo de “La Tara”, se lo puso un vecino desde niño, cuando lo veía llegar decía “ahí viene la Tara”.
De niño jugó a la canica, al trompo, a las escondidas y le gustaba recolectar chirote (el fruto del mezquite) para venderlo y traer dinero para comprar dulces. Le gustaba subir al cerro con su tío Roberto (primo de su papá) que venía de México y los visitaba en períodos vacacionales. Siempre les traía obsequios. Al cumplir la edad escolar lo inscribieron en la escuela primaria Enrique Madariaga Ruíz, pero dice que “las letras nomás no le entraban” y por eso reprobó varios años en primero. Su mente inquieta no lo dejaba y abandonó la escuela. Como consecuencia, escribe poco y le cuesta trabajo leer. Ahora dice que le hubiera gustado ir a la primaria, secundaria y preparatoria, para ser Ingeniero civil o licenciado. Ese era su sueño, aun así, agrega con una sonrisa que “lo que uno sueña, no siempre se cumple”. Decidió ya no estudiar porque dice que se sufren burlas cuando eres el alumno mayor del salón y así no aprendes. Luego surgen los apodos, que, en Viesca, sobran. Está convencido que la vida lo puso en otras cosas que quizá otras personas no soportarían.
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Desde joven se dedica al campo, a hacer leña, a sembrar, pero también se le hacía muy difícil estar en un solo lugar y acatar instrucciones, se desesperaba cuando le decían que aprendiera tal o cual cosa. Sonríe al declarar “por un oído me entraba y por otro me salía”. Su papá sabía leer y escribir muy poco, sin embargo, la vida lo llevó a ser contratista, y pagaba para que le hicieran las listas de raya de sus empleados. Comenta que enseñó a varios viesquenses a trabajar en la construcción. Recuerda que su papá leía los planos que le proporcionaban para construir, eso le llamaba la atención y pensaba que, si su papá pudo salir adelante, él también. Pero reconoce que cuando su papá le decía que se acercara para decirle cómo se descifraban los planos, él, no le hacía caso, y no aprendió. Ahora piensa que, si hubiera seguido los consejos de su papá, otro gallo cantaría.
A “La Tara” le gusta todo de Viesca, su gente que nunca lo dejan morir. Comparte que se ausentó de Viesca por un periodo de 12 años, anduvo en Matamoros y Reynosa, Tamaulipas; Monterrey, Nuevo León, Saltillo y Torreón, Coahuila. En todos esos lugares vivió una vida muy miserable, vivía bajo los puentes o en casas abandonadas y comía lo que encontraba. Pese a ello, nunca perdió la fe y le pedía a Dios que le diera fuerza para regresar a su pueblo natal y presumir como dice la canción: “por las calles de mi pueblo me paseo”. Eso le llega al alma porque él, ansiaba regresar. En el tiempo que anduvo fuera, pedía disculpas a la vida y a las personas que en algún momento ofendió, su único anhelo era regresar a Viesca, su pueblo querido. Con dificultades, pero ¡Lo logró!
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“La Tara” conoce la denominación de los billetes. Cuenta que se guía por los colores y sabe cuánto deben darle de cambio y cuántas monedas cuesta la coca o el pan. Confía en los tenderos del pueblo, son buenos, pues siempre le dan su cambio. Menciona riéndose, si ellos me roban, no les rendirá, pero si me dan lo que corresponde, Dios los bendecirá. Está agradecido con la vida, porque ha visto la muerte muy cerca, y está muy convencido que Dios le ha dado varias oportunidades. Afirma que como él nació y creció en Viesca, ahí quiere morir. Actualmente trabaja en la obra en Parras, Coahuila. Viaja a diario en una cuadrilla de trabajadores, el contratista Federico Salas Sosa le ha tendido la mano, lo cual le agradece. También extiende su reconocimiento a la gente que le ha apoyado con un taco, ropa y con la bendición. La solidaridad y Dios es lo que le ha dado fuerza para seguir.
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