Más conectados, pero más solos que nunca
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Aristóteles, filósofo griego, ya lo decía 200 años antes de Cristo: todas las personas somos “animales políticos”. Su traducción sería más cercana a ser “animal social”. Politikon proviene de la palabra griega polis, que significa ciudad o pueblo. Politikon hoy en día no es necesariamente alguien que está involucrado en la política, sino alguien que está profundamente arraigado en una comunidad y preocupado por sus asuntos. En la antigua Grecia, no podrías haber estado preocupado por los asuntos de tu comunidad sin ser político.
Aunque es más fácil que nunca permanecer conectados, elegimos no hacerlo: las familias se hacen más pequeñas, nacen menos niños, los hogares tienen menos miembros y nuestros círculos de amigos cercanos se están reduciendo constantemente. En los adolescentes, los medios sociales a menudo se consideran la causa principal de la indiferencia. Pero ¿qué hay de nosotros, los adultos que empezamos a socializar mucho antes de que pudiéramos hacerlo en nuestros teléfonos? Con el aumento de la esperanza de vida, cada vez más personas mayores pasan sus últimos años solas y aisladas, lo que conlleva una amplia gama de riesgos para la salud, siendo la aparición de la demencia la más importante.
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Los jóvenes están casi tan solos como sus homólogos mayores, lo que me lleva a creer que estamos apenas al principio de esta epidemia social. La movilidad laboral y de estudios (personas que se alejan de sus familias para buscar mejores oportunidades profesionales) significa que todos vivimos más lejos de nuestros parientes. Algunas personas se desplazan más de una vez a lo largo de su carrera y cada vez tienen que establecer nuevas conexiones sociales.
Encontrar nuevos amigos, “examinarlos” y construir relaciones significativas puede ser agotador. Así que estamos buscando alternativas más fáciles y rápidas a las comunidades y conexiones de la vida real. Es increíble saber que en Estados Unidos se pueden alquilar amigos por 40 dólares la hora o amigos físicamente más íntimos, sin llegar a una relación sexual, por 80 dólares la hora, o rentar una acompañante el día de San Valentín por 200 dólares la noche o ir a vivir con un “amigo” por una semana por 2 mil dólares la semana. En algunos países orientales es moda de comparar muñecas inflables de tamaño natural con compañeros humanos, algunos incluso casándose con ellas.
Los ejemplos anteriores son atípicos y, si bien pueden traerle una sonrisa confusa a la cara, son señales fuertes de que nuestros hábitos de consumo están cambiando. Hay muchas personas que compran para disfrutar la compañía de otros. ¿Por qué compran si pudieran tener relaciones sociales sin costo? La respuesta es muy sencilla. La mayoría de ellos no tuvieron la oportunidad ni el aprendizaje de hacer amistades a través de la interacción social en el barrio, la escuela o empresa.
Cuando era pequeño pasaba casi todas las tardes enfrente de la calle con mis abuelos. Al atardecer, entre las 17:00 y 18:00 horas, cuando refrescaba el día, mis abuelos sacaban sus mecedoras a la calle a ver la gente pasar. Era increíble que conocían a cada una por su nombre y sabían sobre su vida: “Hola, doña Panchita, ¿cómo sigue su hijo?” O “Don Juan, ¿está bien su esposa? No la vimos en la iglesia”. Mis abuelos estaban enterados de cada persona que vivía en el barrio.
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Les pregunto a cada uno de nosotros: ¿Sabemos el nombre de nuestros vecinos de enfrente? ¿Cuántos hijos y edades del vecino de al lado? Probablemente no. Entonces, qué esperamos para relacionarnos. Hoy existe gran temor de invadir la privacidad o ser rechazados al abrir nuestros corazones a los demás. Es más común ver personas que interactúan mejor con sus mascotas y plantas de la casa que con las personas.
La soledad hace que la gente compre mucho, en un esfuerzo implacable por llenar un vacío inmaterial con posesiones materiales. Es muy importante que comencemos a buscar conexiones con otros seres humanos. En ausencia de comunidades locales tangibles, nos conformamos con conectar con otras personas a distancia en forma virtual. Recordemos las palabras de Aristóteles: somos animales sociales. La forma en que nos socializamos ha cambiado desde su época, pero nuestra necesidad de conexión humana jamás dejará de ser.