Memorias de un editor: Felipe Rodríguez y David Brondo

Opinión
/ 20 diciembre 2023

El próximo año publicaré la recopilación de mi trabajo editorial de 1996 a la fecha. Ahí reconoceré a mis maestros en mi quehacer editorial. Desde tierras regias estarán mi querida e inolvidable Rosaura Barahona y Ramón Alberto Garza. En tierras saltillenses aparecerá la generosidad de tres personajes: Roberto Orozco, Jesús Arreola y Javier Villarreal Lozano, éste último, con una prosa periodística y académica de límites insuperables.

En ese tenor, mi reflexión editorial de hoy recupera fragmentos del testimonio fraternal de David Brondo escrito a Felipe Rodríguez; dos maestros míos, de periodismo y vida, a raíz del fallecimiento del último, el pasado 16 de diciembre. Testimonio, justo es decirlo, que trasciende lo personal para establecer los criterios del buen periodismo a partir de un corazón y una inteligencia firmes y dispuestas a trabajar por las mejores causas de la humanidad.

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Escribe David: “Felipe veía en mí (cuando en 1982 éramos estudiantes de la Escuela de Ciencias de la Comunicación de la UAdeC), y me lo confesaría después, a un joven revoltoso, un desenfadado estudiante de izquierdas con un morral oaxaqueño de lana hilada al hombro, capaz de participar en “toma” de camiones urbanos o hacer plantones en la Rectoría o en las escuelas de nuestra universidad para protestar por las que considerábamos injusticias.

Yo veía en él a un joven profundamente católico, conservador, tradicionalista y de derecha, sin ninguna posibilidad de simpatizar con cualquiera que desafiara con violencia el orden establecido.

“Al cabo de los años comprendí que, no obstante estos desencuentros, nos hermanaban ilusiones juveniles, como los sueños de construir una sociedad mejor y la búsqueda de la libertad. Después nos uniría con fuerza el periodismo.

“Cuando tuve la oportunidad de conocer mejor a aquel joven católico me impresionó su agudeza intelectual, su capacidad de análisis y su vasta cultura, que lo llevaba a hablar con gran conocimiento lo mismo de filosofía que de ciencias sociales, geografía, periodismo, cine, literatura o historia.

“Muchos sufrimos la agudeza de su finísimo sentido del humor y sus chispazos de ingenio. Con dos palabras podría desbaratar nuestros mejores argumentos y a la vez hacernos reír. En su cuenta de Twitter dejó una joya de la fineza de su humor al presentarse ante los cibernautas: “Periodista, guapo, simpático e inteligente... y esos son mis defectos”.

“Su entereza moral, su honestidad salvaje y su ética infranqueable fueron los rasgos más sólidos de su personalidad. Para Felipe todo podía ser negociable, menos el amor a la familia, la verdad y las dos o tres coca-colas que tomaba al día.

“Podía renunciar a todo, menos a sus convicciones forjadas en esa sólida tradición que ante todo privilegia a la familia, el bien común y la necesidad de luchar por el bienestar colectivo...

“(Por ello) detestaba la mentira, la trampa y los discursos huecos. No digería las truculencias del poder. Su carrera y sus escritos periodísticos siempre dieron cuenta de ello...

“Socorro Flores y Nora Mirna Gaona, nuestras novias de la universidad y nuestras esposas ahora, también fortalecieron −fortalecimos juntos− ese vínculo indisoluble.

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“Tuve la fortuna de ser su compañero en muchos medios de información: El Sol del Norte, Asterisco, Revista de Coahuila, Punto y Coma, Espacio 4 y Palabra”.

Era un editor perspicaz y agudo. Inteligente como el que más, siempre sorprendía en las juntas editoriales de las redacciones con un punto de vista alternativo, un ángulo invisible para los demás o una perspectiva paralela. Pensaba, decimos ahora, fuera de la caja (...) En medio de las llamas, era un bombero con un manantial en las manos.

“Era muy riguroso con el oficio: las notas y cualquier texto periodístico no sólo deberían buscar la verdad y tratar de explicarla. También había que escribirlo bien conforme a todos los cánones y reglas del estilo. No había pretextos ni creía en falsas disyuntivas: las noticias deberían presentarse bien escritas y en los tiempos de cierre. Punto.

“Él llegó a convertirse en un maestro de decenas de periodistas jóvenes y de la vieja guardia, a quienes les inculcó el arte de un oficio cuyo sufrimiento conlleva una redención: ayudar a los demás, construir sociedad y servir”.

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¿Cuál sería una posible respuesta del querido Felipe al escrito de David, su hermano del alma? “Tú exagerado. Yo, siempre guapo, simpático e inteligente”.

Descansa en paz, mi querido Felipón: amigo y maestro de periodismo y vida.

Nota: El lector podrá leer el testimonio completo de David aquí.

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