México de maíz

Opinión
/ 14 diciembre 2023

Ya se anuncian las fiestas de Nochebuena, Navidad y Año Nuevo. Muchas cosas me gustan de nosotros, los mexicanos. De todos los pueblos que conozco éste es el más sabroso. En ninguno se viven las fiestas con tanta plenitud. Hasta la de Muertos es fiesta muy viva.

El México de maíz es generoso. Quizá no lo sea el México extranjerizante, pero el México de maíz prodiga sus dones con bondad. Qué bien lo dijo Tata Nacho: “Así es mi tierra: abundante y generosa...”.

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Lo sé porque a nadie le faltan en los días de Navidad sus tamalitos. ¿Habrá estudiado alguien en México la gran democracia del maíz? Por todo el territorio nacional extiende Centéotl su munífico reino de tortillas, gorditas, sopes, tostadas, peneques, garnachas, tlacoyos, panuchos, memelas, tlayudas, flautas, salbutes, chalupas, tacos, pemoles, enchiladas, pambazos, totopos, bocoles, tecoyotes, tintines, pellizcadas, nachos, quesadillas, molotes, picaditas, zacahuiles, penchuques y cien más sabrosísimos etcéteras.

En casa de ricos y pobres hay tortillas. En casa de pobres y ricos hay, en los días navideños, tamalitos. De dulce, de chile, y de manteca; de todo hay, igual que entre la gente. Tamales en casa del potentado; tamales en casa del humilde. Rellenos de carne de marrano o de pollo, de queso, de frijoles; riquísimos “de azúcar’’, con su recaudo de piñones, pasas, almendras, coco o nuez.

Yo he comido los tamales que se hacen en toda la República. Los de Oaxaca y Chiapas son los más reputados. Permítaseme la inmodestia −apoyada en datos susceptibles de comprobación científica− de afirmar que a los tamales nuestros, saltilleros o de Ramos Arizpe, esos exóticos tamales no les llegan ni a las hojas. A las probadas me remito.

Los tamales son como el pan: se pueden comer a mañana, tarde y noche −sobre todo a mañana y a noche− y nunca enfadan ni dan en cara o caro. De eso no pueden presumir la perdiz, el faisán, el pato a la naranja ni el caviar. El día que yo me muera adminístrenme por favor una media docena de tamales. Si no me enderezo en la cama para pedir más entonces sí ya puede el médico certificar la defunción.

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Igual que las estrellas del cielo, los tamales no se le deben contar a nadie. Ésa es no sólo grave falta de educación sino −peor aún− de caridad. En una cena le dijo la anfitriona al invitado:

-Sírvase otro tamalito, compadre.

-No, gracias, comadrita –respondió éste−. Ya me he comido seis.

-Se ha comido diez, compadre −le aclaró la mujer−, pero de cualquier modo sírvase otro.

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