México... Poniendo la casa para la peda mundialera
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No tuve la suerte de disfrutar el Mundial de Futbol México 70, debido a la enorme desventaja que me representaba el no haber nacido todavía. No estar vivo (antes o después del breve suspiro que representa la existencia) es siempre un hándicap en contra a la hora de emprender cualquier tarea, por sencilla que parezca.
Cuando México se agenció la sede del Mundial 86, confieso que sí me emocioné un poco. Y es que es normal que de chamacos nos emocione cualquier pendejada. Malo seguir regocijándose con las mismas simplezas cuando ya comenzamos a perder el cabello y debemos monitorear regularmente nuestra presión arterial.
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México se convertía entonces en el primer país en ser dos veces sede mundialista, y eso era... un buen síntoma... de algo, ¿no?
Digo, según mi pueril razonamiento, hospedar la Copa del Mundo era sinónimo de paz y estabilidad social. Y ser el primer país en duplicar tal mérito debía significar algo más: quizás cierta bonanza, crecimiento, desarrollo, prosperidad.
Vamos, que no es que a esa edad me pusiera a hacer un análisis concienzudo de la situación económica y social del país, era apenas lo que infería a partir de tan excitante noticia: “Si dobleteamos como sede mundialera... la vida no puede ser tan mala”.
A punto estuvo de aguársenos la fiesta gracias a que un año antes, dos placas tectónicas amanecieron de pleito y provocaron una tragedia de terremoto que hizo que hasta la fecha los capitalinos salgan en calzones a la calle al escuchar hasta la alarma del micro (y no los culpo).
Nuestro mandatario, Licenciado Ciudadano Presidente, don Miguel de la Madrid Hurtado (y Costilla) hizo hasta lo imposible por tener la ciudad presentable para cuando llegara la visita. Todo pese a que no tenía un plan de emergencia bien articulado; rechazó inicialmente la ayuda internacional; acaparó y gestionó mal la ayuda local y los donativos; utilizó al Ejército sólo para “resguardar”, pero el grueso de los rescates los realizaron voluntarios civiles; minimizó los daños y el número de víctimas; ignoró las advertencias previas sobre riesgos estructurales en diferentes zonas y edificios...
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Finalmente, el Mundial se jugó como estaba previsto. Pese a la tragedia reciente tratamos de disfrutar el evento y todo era felicidad hasta que nos eliminaron pero... ¡Hey! ¡Al menos llegamos al quinto partido! Y no nos eliminó Camerún o algún emirato. Tuvimos el honor de que Alemania trapeara con nosotros en ronda de penales, instancia que desde entonces se convirtió en maldición para los “ratoncitos verdes”.
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¡¿Otra vez?! Lejos de parecerme ya una buena idea (a diferencia de cuando niño) me comenzó a sonar ello como cuando los amigos agarran tu casa de soltero para armar pedas cada fin de semana.
Así que... ¿Otra vez? Y supongo que eso al menos es síntoma de que gozamos de buena salud tanto en lo económico como en lo social... ¿verdad? Igual que en los 80, ¿no?
Pues ni entonces, ni ahora. Ni en los 80, ni cuarenta años más tarde, cuando el Gobierno de Mi Lord, Enrique Peña Primero “El Adonis” aceptó de nuevo poner la casa. Y mucho menos hoy que estamos a punto de recibir a no sé cuántas delegaciones, de igual número de países, en no me importa cuántas ciudades sede.
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México atraviesa hoy una ola de violencia que nos tiene al borde de una distopía a lo Mad Max (las muertes y desapariciones, pese a sus estadísticas alegres, son récords históricos); las distintas crisis sociales y de seguridad vuelven incierto el flujo carretero, que puede verse obstruido por una manifestación o un narcobloqueo; hay entidades completas en las que una situación de estado fallido es discutible; los desastres naturales han devastado diversas zonas cuya reconstrucción no pinta nada bien; la emblemática CDMX está en una crisis de servicios públicos gracias al precario mantenimiento del Gobierno de la hoy Presidenta y su sucesora, Clara “BruDraga” (el apodo no es mío) y, por si fuera poco pero no lo último: estamos en medio de una crisis aeroportuaria sin precedente, por no mencionar la complicada relación que tenemos con otro de los países anfitriones del evento, los Estados Unidos.
¿En serio no se va a caer el Metro, ni va a estallar algo, al menos en lo que se desarrolla el Mundial? Y si lo pueden garantizar... ¿por qué no lo convierten en un buen hábito permanente? Digo, es una idea.
Sucede que la presencia de la FIFA en un país no significa absolutamente nada de lo que yo imaginaba cuando era niño. Ser sede mundialista no certifica de ninguna manera que el país tenga cubiertas antes un montón de necesidades elementales, o que se trate de un territorio en donde se respeten las garantías ciudadanas y los derechos humanos.
Todas esas cosas sucede que a la FIFA le andan valiendo aproximadamente 10 mil hectáreas de puro cuero de cochino y lo cierto es que no debería ser así. La organización no debería avalar con un Mundial gobiernos cuestionables.
Pero es que los años nos enseñaron que la FIFA es una de las organizaciones más corruptas jamás creadas, una perversa transnacional que va y te da un certificado de buen anfitrión, de modernidad y de embajador de la fraternidad en tanto le garantices que va a haber negocio con mucho, mucho, mucho dinero de por medio.
Como ya hemos recordado en otras ocasiones, la FIFA no tuvo empacho en organizar un Mundial en la Argentina de la Dictadura Militar, así que no veo por qué habría de tener empachos en hacer su numerito en nuestra hoy militarizada democracia.
De igual manera se han realizado mundiales en la Italia de Mussolini, en la Rusia de Putin y en Qatar, donde ni siquiera los derechos humanos del público turista asistente estaban garantizados, y en donde sus estadios e infraestructura se hicieron con mano de obra esclava que costó un número no determinado de vidas que se calcula en miles.
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Así que vamos a celebrar la cochinada esa de Mundial... ¡otra vez! Pues adelante, que lo disfruten aquellos que todavía se emocionan con los avatares del balompié, pero que nos quede claro que jamás ha sido síntoma de buena salud económica y ni siquiera social como yo ingenuamente creí de chamaco y como muy seguramente buscará presumir el Gobierno.
Ya pasaron muchos años desde que un chile con bigotes nos prometió alegrías, paz social, bienestar y pasar de cuartos de final (me refiero a Pique, no a Salinas de Gortari) . Pero ya deberíamos estar un poco más creciditos y maduros, como individuos y como nación.
Tiempo extra: Luego de ver una demostración muy pendeja de dominadas y botargas, la doctora Sheinbaum anunció que no asistirá al juego inaugural y que donará su boleto 0000001 a alguna niña X para que la chamaca sueñe en grande con el futbol varonil. Bonito gesto, aunque la Presidenta bien puedo haber cedido su boleto y agarrar el 000002 para encabezar la ceremonia inaugural, por lo que a mí nadie me quita la idea de que doña Clau no se quiso medir ante un estadio lleno y someterse al implacable aplausómetro, que la rechifla que le esperaba no se la quitaban luego ni todas sus benditas encuestas de popularidad.