México se tambalea: la economía cae y la FED prende la alarma
La foto general ya no es la de un país en recuperación, sino la de uno que coquetea con el estancamiento
Las señales más recientes sobre la economía mexicana encienden luces amarillas. La estimación oportuna del PIB publicada por el Inegi muestra que la actividad económica cayó 0.3% trimestral en el tercer trimestre de 2025 y también un 0.3% en su comparación anual, una doble contracción que sugiere un deterioro más amplio y sostenido de la dinámica económica nacional.
El dato se agrava al observar la caída de 1.5% en el sector secundario -manufacturas y construcción- y la contracción anual de 2.9% en ese mismo componente, evidencia de un freno industrial preocupante para una economía tan integrada al ciclo manufacturero de Estados Unidos, y por lo mismo, tan expuesta al vaivén arancelario de los últimos meses.
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Aunque los servicios lograron un desempeño marginalmente positivo y el sector primario compensa parcialmente el tropiezo con un sólido crecimiento de 3.2% trimestral, la realidad es que México en conjunto muestra un ritmo anémico: un avance de solo 0.5% acumulado en los primeros nueve meses del año comparado con el mismo período de 2024.
La foto general ya no es la de un país en recuperación, sino la de uno que coquetea con el estancamiento. En medio de este panorama, la decisión de política monetaria de la Reserva Federal también juega un papel determinante. La Fed decidió reducir su tasa de fondos federales en 25 puntos base, ubicándola en un rango de 3.75% a 4.00%, señalando que los riesgos a la baja para el empleo se han incrementado y que la inflación sigue elevada.
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Aunque una baja en tasas en Estados Unidos tiende a aliviar las condiciones financieras globales, el mensaje es mixto: la economía estadounidense se enfría y las autoridades actúan de manera preventiva para evitar un deterioro mayor.
Para México, esta decisión implica varios efectos clave. Por una parte, una Reserva Federal menos restrictiva abre espacio para reducir tasas locales sin deteriorar severamente el diferencial de rendimientos y, por ende, al tipo de cambio. Lo anterior, no obstante que, si las señales de debilidad en la economía mexicana persisten, el peso seguirá vulnerable. Por otro lado, una economía estadounidense con desaceleración implica menor demanda de exportaciones mexicanas, particularmente manufacturas, justo el sector más golpeado.
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La coincidencia de un PIB en contracción con señales de enfriamiento del socio económico más importante debe ser una llamada a la acción. México necesita una política contracíclica más decidida: inversión pública productiva, estímulos focalizados para la industria y una agenda clara de competitividad. Depender del viento externo -el nearshoring como promesa permanente- no bastará.
La Fed ya movió ficha. México no puede darse el lujo de seguir esperando que la economía se reactive por inercia. Si no se actúa, el país corre el riesgo de convertir una pausa temporal en un estancamiento estructural.
Economista y catedrático de la Facultad de Economía de la UAdeC
X: @guillermo_garza