Mirador 23/04/2022
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Esta mujer tiene ojos tristes.
A mí la tristeza ajena me entristece, lo mismo que me alegra la felicidad de los demás. La mirada de la mujer hace que todo a mi alrededor se pinte de gris, como si el viento que mueve las flores y agita la fronda de los árboles se hubiese vuelto niebla.
La tristeza no debería andar suelta por el mundo, ni caminar por las calles de las ciudades, por el campo. Debería estar recluida en los antiguos cementerios, en los rincones oscuros de los claustros, en las tabernas silenciosas donde callados ebrios beben su desesperación.
Esta mujer que miro en su mesa del café, sola con su soledad, triste con su tristeza, debería estar sonriendo, y tener en los ojos una luz que iluminara su corazón, el mío y el de todo el universo.
Quisiera yo saber por qué está triste. Si lo supiera le diría que su tristeza se irá pronto. Pero a lo mejor ella misma no sabe la causa de su pesadumbre. Quizás así nació, triste.
Vuelvo la vista a otra parte.
Cada quién su tristeza.
¡Hasta mañana!...