Mirador 4/11/2024
Una de las muchas delicias gastronómicas de mi ciudad, Saltillo, son los lonches de ternera.
Es fama que los introdujo un señor que dejó de sí grata memoria, don Teodoro Kalionchiz, restaurantero de origen griego. Sus descendientes gozan de aprecio general.
Ahora los ricos lonches de ternera, lo mismo que los sabrosos tacos y las inefables palomitas –la carne envuelta en tortilla de harina–, se disfrutan en el Café Viena, el más querido y tradicional de mi solar nativo. La familia Molina ha hecho de ese establecimiento un entrañable sitio al que los saltillenses acudimos para gozar las galas de gula que ahí se ofrecen con amabilidad y buen servicio.
He aquí que la palabra “lonche”, contrariamente a lo que se podría pensar, no viene del inglés lunch, sino del vocablo castellano “loncha”, que en este caso designa a una porción delgada de alimento puesta entre dos trozos de pan.
Me gustan mucho las palabras, pero me gustan más los lonches de ternera. Al pensar en ellos se me hace agua la boca, cosa que no me sucede al pensar en las palabras.
¡Hasta mañana!...