Morena avanza: Coahuila y el síndrome del ‘pato cojo’ prematuro
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El ascenso morenista es una realidad, el partido-movimiento detenta todo el poder nacional y vienen por Coahuila
El “pato cojo” (Lame Duck) en la política estadounidense es una expresión que se usa para referirse a funcionarios de elección popular, de cualquier nivel de gobierno, que están por terminar su encargo. Sin poder, se encuentran aislados e ignorados. Aplica de manera particular en tiempos de transición, cuando ya hay funcionario electo, pero todavía no asume el cargo.
El pato cojo es un funcionario que continúa en funciones, sabe que el encargo llegará a su final, pero tiene que seguir despachando, sin mucha atención por parte de medios, legisladores, regidores o incluso de sus subalternos. Tal es el caso de los alcaldes de Saltillo, Monclova y Piedras Negras, por mencionar algunos.
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El gobernador de Coahuila acaba de rendir su primer informe. Pareciera que goza de todo el poder imaginable para el ejercicio de su encargo. Si bien perdió las elecciones federales de este año, arrasó en el frente local. La oposición política partidista está confinada en el norte del Estado. El Poder Legislativo y Judicial son meras oficialías de partes para cumplimentar los deseos del inquilino del Palacio Rosa. Sabemos que no existe opositor que aguante más de cinco días en Saltillo, antes de ser seducido por el PRI Gobierno. De ahí que Morena en Coahuila se prodiga en aplausos y reconocimientos a Manolo Jiménez.
Aunque la pista estatal indica que existe un gobernador con mucho poder, basta asomarse a la pista federal para darse cuenta de su debilidad. Pareciera un prematuro pato cojo, aunque falten cinco años para la sucesión en el Gobierno estatal. Lo sabe Manolo, lo saben su equipo, los empresarios aplaudidores y hasta la sociedad en general. Se platica en los cafés y en la comentocracia. El ascenso morenista es una realidad, el partido-movimiento detenta todo el poder nacional y vienen por Coahuila, independientemente de lo que hagan o dejen de hacer sus liderazgos locales.
Desde los tiempos de Rogelio Montemayor, el poder del gobernador ha sido retado por la oposición o por las condiciones políticas locales y nacionales. Tocó a Montemayor el ocaso del PRI y el acenso de la oposición. Rogelio se vio obligado a compartir el poder. La oposición llegó a gobernar Saltillo, Monclova, Ramos Arizpe y Torreón, y otros municipios de menor empaque.
Enrique Martínez y Humberto Moreira concentraron un poder que derivó de un presupuesto que se cuadruplicó al alza y de un Poder Ejecutivo federal debilitado que, sin mayoría legislativa, buscaba consolidar la transición democrática.
A pesar de que obtuvo una votación histórica, el gobierno de Rubén Moreira arrancó muy debilitado presupuestalmente, sin embargo, supo beneficiarse del escenario político nacional. El distanciamiento con su hermano y predecesor lo debilitó en el arranque. Pero el PRI recuperaba el poder federal y con ello vendría una luna de miel de varios años.
Al paso del tiempo se vino abajo la presidencia de Enrique Peña Nieto, un presidente sumamente impopular. Pero la debilidad del poder central es inversamente proporcional al poder de la provincia. La libertad de maniobra dio más poder a Rubén. Aunque su sucesor, Riquelme, perdió o casi pierde la elección.
Correspondió a Riquelme atestiguar el ocaso del PRI y el acenso inicial de Morena. Arrancó su administración como un gobernador muy cuestionado y débil. Con el tiempo logró cooptar a quien contendió con él por el cargo y logró hacerse de todo el poder. Sin oposición alguna, convivió con un López Obrador popular, pero sin los controles políticos de los que hoy goza Claudia Sheinbaum. Tuvo una relación de respeto, pero también de exigencia, todavía era posible hacerlo. El poder de Morena seguía en ascenso. La oposición todavía se daba el lujo de retar al poder, hoy están desmantelados.
Manolo Jiménez se sabe débil en la cancha federal. Las alabanzas y caravanas a la presidenta, son proporcionales al miedo. Como dice el dicho popular: “cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar”. Los vecinos son el otrora poderoso PRI de Sonora, Sinaloa, Hidalgo y Oaxaca, el mítico grupo Atlacomulco en el Estado de México o el gobernador de Durango, que ya entregó la plaza sin oponer la mínima resistencia.
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Esos exgobernadores son el espejo de Manolo. Uno a uno, todos negociaron y entregaron el poder a Morena. La exgobernadora de Sonora despacha como Cónsul en Barcelona, el de Sinaloa funge como embajador de México en España, el de Hidalgo como embajador en Noruega, el de Oaxaca pasó al Senado como plurinominal y el del Estado de México goza de impunidad, exiliado en San Antonio y sin cargo alguno. En todos ellos, el común denominador es claro: impunidad total, es decir, cero investigaciones a su administración, cargo público asegurado u opción de exilio. Pero en todos los casos, no hay duda. Todo el poder le fue arrebatado al PRI local y entregado a un moreno puro y no cercano al exgobernador saliente.
Así las cosas, una pista que pareciera ser un espejismo de poder absoluto que permitiría al PRI de Coahuila superar la meta de los 100 años en el poder. Por el otro lado la pista federal, harto complicada para el gobernador de Coahuila. El poder federal frente a sus primos hermanos del PRI, es tal que a Manolo sólo le queda aplaudirles. En esa pista, el síndrome del “pato cojo” prematuro es más que evidente. Las circunstancias no se escogen, suceden.