Morena: Receta para lograr una elección a modo perfectamente legal
La elección del 2006 fue legal, pero injusta.
Y no me cansé de repetir entonces que había sido una elección de Estado en favor del candidato oficial, Felipe de Jesús Calderón Hinojosa.
El Gobierno utilizó los medios a su alcance para crear una percepción negativa del principal contendiente, Andrés Manuel López, millones de pesos de recursos públicos para posicionar la idea de que el viejito consentido de México en ciernes era un “peligro para México”.
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En una simulación de equidad, la televisora siempre fiel al presidente en turno, Televisa, le abrió las puertas a todos los candidatos, en efecto. Pero el trato desigual era más que evidente. Mientras que al panista se le planteaban con amabilidad los retos a afrontar y cómo pensaba abordarlos una vez en el despacho presidencial, al macuspano se le cuestionaba cómo podía dormir por las noches siendo tan perverso, luego de hacer llorar a los niños, patear a los perritos y de buscar desestabilizar al país de las maneras más truculentas.
-¿Por qué no usa sus poderes para hacer el bien, don AMLO? ¿Quién le hizo tanto daño? Señor AMLO, su silencio sólo lo incrimina más y más. ¡No, señor AMLO! ¡No desquite su ira conmigo!”.
Pero por más que al hoy Presidente le duela recordar ese episodio como su Vietnam; por más que tenga todavía pesadillas con aquellos comicios y por más que busque institucionalizar la versión del fraude (quizás para que su etapa de emo-Presidente Legítimo no pase a la Historia como uno de los mayores ridículos de la vida política nacional); por más que se empeñe en decir lo contrario, la elección fue legal. Cerradísima, pero legal. Aunque soy el primero en reconocer que no fue una elección justa, dada la ya descrita intervención del Estado para favorecer al canijo chaparro michoacano.
¿Qué atestiguamos el domingo (además de la porno revolcada más hardcore de la que el INE tenga registro y memoria)? Pues otra elección completamente legal.
Las inconsistencias y revisiones que se vienen exigiendo desde la derrotada coalición son una situación harto común y regular, que nunca transforman significativamente el resultado final y no pasan de ser meros ajustes anecdóticos. Fraude no hubo. La elección, le insisto, fue perfectamente legal.
Sí, muy bien, pero.. ¿Fue una elección justa?
Respóndaselo mejor usted: La hoy virtual presidente electa, Claudia Sheinbaum, consagró su posición como gobernadora de la CDMX y todo el tiempo de su gestión a hacer una larga, anticipada e ilegal campaña, repitiendo la fórmula de su mentor: Esto es, recorriendo el territorio nacional de cabo a rabo con cualquier pretexto, desde presentar un libro intrascendente, hasta cortar el listón para inaugurar unos resbaladeros.
Luego, hacia el último tercio de su periodo como jefa de Gobierno, espontáneamente y de la nada, igual que la aparición de los champiñones y las setas en el bosque, casi por generación espontánea, la geografía nacional se plagó con incontables bardas y anuncios espectaculares promocionando su imagen (silueta, nombre y eslogan #EsClaudia) con su consecuente resonancia en redes y espacios noticiosos. ¿Quién pagó por esa ilegal publicidad? Aunque las fuentes oficiales insisten en que fueron los alienígenas ancestrales, mi instinto me dice que los pagamos usted y yo.
Luego su partido, Morena, le organizó a la no candidata la madre de todas las fiestas de XV años. Una especie de elección interna (para elegir al “queseyó” del “nosecuántos” de la Transformación); fiesta en la que el único pendejo que no entendió que era el chambelán y no la quinceañera fue el menso del excanciller, el tío Ebrard. Y es que el único propósito de aquella farsa-guateque era que la festejada saliera de allí empoderada, triunfante, guerrera, chingona (se hizo lo que se pudo). A este proceso se le dio un aire de sucesión mística, de relevo ceremonial cuasi divino. No olvidemos que incluso echaron mano de otro símbolo inventado como es el mítico “bastón de mamando”.
Súmele a todo lo anterior la prensa oficialista que el Gobierno paga gustoso con nuestros impuestos; y ni qué decir de los programas sociales, operados para crear rehenes electorales, igualito que hacía el mejor PRI.
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Pero más que nada y sobre todo, considere la incansable presencia del jefe de la Nación, el Presidente de la República, un día sí y otro también, posicionando sin tregua la narrativa que mejor convenía a su proyecto sucesor:
Cualquier crítico es un enemigo de la Patria: cualquier reclamo −por legítimo que fuese− son meras ganas de perjudicarlo a él o a su proyecto; cualquier tragedia, una exageración mediática motivada por el calor de las campañas electorales.
Lo cierto es que el Presidente violó consciente, socarrona y consuetudinariamente la ley en materia electoral. El primer obligado a hacer mutis, a guardar silencio, a no incurrir en estos excesos del poder, se burló (para regocijo de sus incondicionales) de las más elementales y básicas reglas del juego limpio.
Recibió del árbitro electoral 30 llamados de atención, exhortos a guardar silencio, a bajar material de las redes sociales, a la abstinencia. ¿Dígame si algo de esto lo hizo moderar en algo su conducta? Primero se cansó el INE y ya mejor al final lo dejó hacer lo que quisiera.
Desde luego que el PRI inventó las campañas sucias y las precampañas anticipadas, la promoción alevosa con medios y recursos públicos: el uso electorero del poder, de los programas sociales y muchas de las mañas hoy empleadas por la 4T (aunque se suponía que ellos eran diferentes).
Pero a lo que no se atrevió ni siquiera el viejo régimen fue a consentir que con tal cinismo un presidente saliera a violentar la elección, a caldear los ánimos y a enrarecer el ambiente todos, todos, todos los malditos días como ha hecho López.
Desde luego, no me asombra que Morena, siendo el aborto del PRI, incurra en las mismas prácticas. Lo que me parece insólito es que siendo los mismos delitos, faltas y pecados, cometidos, ahora bajo una nueva divisa política, la gente a la que antaño le indignaban ahora incluso los celebren. ¿Es que el pueblo es así de corto?
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Alguien me reprochaba cierto comentario visceral que vertí en mis redes sociales: Decía yo que había que ser muy pendejo para quejarse por un partido hegemónico que nos hizo la vida imposible durante un siglo y celebrar ahora, en cambio, la hegemonía de otro partido integrado básicamente por la misma gente del primero.
Es posible que me equivoque, en cuyo caso, amigo chairo, en vez de insultos, indíqueme en dónde está la falla de mi razonamiento. Ayúdeme a ser mejor y a apreciar las bondades del presente régimen que sigo sin verlas por ningún lado.
La elección del domingo fue perfectamente legal... Pero respóndame o mejor, respóndase usted con toda honestidad, sin necesidad de confesárselo a nadie: ¿Fue justa?