Mujeres, igualdad de condiciones en el reparto de tareas
Tanto los años veinte como los sesenta del siglo 20 marcaron momentos históricos para la mujer. En los primeros fue decisiva la Primera Guerra Mundial, conocida entonces como la Gran Guerra, que hizo que el rol de las mujeres adquiriera facetas distintas a las acostumbradas: se transformara su apariencia y se modificara su actitud. Los hombres se fueron a la guerra, las mujeres de la casa se hicieron cargo de ella. Pero muchas mujeres también marcharon a la guerra, aunque muchas como enfermeras, sin poder de decisión en el campo de batalla.
Así, en la década de los años veinte se cortaron el pelo, se bajaron las faldas, bailaron Tap y mostraron libertad, autonomía e independencia. En México, destacaron en los ámbitos artísticos mujeres como Nahui Olin, Frida Kahlo, Guadalupe Marín, Tina Modotti y Lola Álvarez Bravo.
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Estas destacadas figuras tenían incluso ligas muy potentes con la figura masculina. No era posible separar a Lola Álvarez Bravo de quien fue su marido, Manuel Álvarez Bravo, y de quien toma el apellido; o a Guadalupe Marín y Frida Kahlo de Diego Rivera. A Tina Modotti de Julio Antonio Mella, por quien la acusaron de asesinato, o a Nahui Olin del Dr. Atl, o a María Antonieta Rivas Mercado de José Vasconcelos.
Luego de esta etapa fulgurante en la vida de las mujeres que no sólo se dio en México, vinieron décadas de sumergirse en un estancamiento. Pero en los cincuenta volvió a resurgir y en los sesenta definitivamente se manifestó de nuevo el espíritu de libertad de las mujeres. En los cincuenta, las mujeres ejercieron su derecho al voto, y en los sesenta, se destruyeron tabúes y la liberación femenina tuvo su asiento definitivo, abriendo un parteaguas, un antes y un después.
Aunque en los setenta y los ochenta, como posterior a la década de los veinte, hubo un impasse, la semilla ya estaba sembrada. Las mujeres cumplían en un rol diferente en la sociedad.
A un siglo de aquellos años, una mujer gobernará en México. Pero lo hace en un país donde el trabajo en todos los órdenes de la mujer ya es una constante de todos los días. Donde las mujeres realizan actividades antes reservadas exclusivamente a los hombres y donde los derechos han sido vivamente proclamados para ser respetados.
La sociedad ha alcanzado niveles de participación femenina en todos los ámbitos, pero sigue siendo en gran medida explotada. Explotada e injustamente silenciada.
Las mujeres adquirieron un rol distinto en el ámbito laboral, pero sigue siendo en un gran porcentaje en casa el sustento familiar. No debemos generalizar, porque cada vez más hay participación masculina en las tareas y responsabilidades domésticas, pero aún persiste la idea de que es la mujer, en pleno siglo 21, la única que debe estar a cargo del hogar en la labor cotidiana doméstica.
Hay una numeralia que escuché hace unos pocos días con respecto al cuidado de las personas con alguna discapacidad y ancianos: más del 60 por ciento de las mujeres cuidadoras fallecen antes que las personas que cuidan; y más del 90 por ciento de quienes cuidan, son mujeres.
Estamos, como decía, a un siglo de que las mujeres rompieran moldes y ejercieran su libertad. Ejercer la libertad no es libertinaje, pero lo que resulta necesario es que se comprenda la igualdad de condiciones en el reparto de tareas.
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No son deseables estos números, que ahora corresponden a las mujeres en México, como no lo sería si correspondiera a otros grupos de personas en exclusiva. En una sociedad empática, todos debemos formar parte de las tareas que a todos corresponden por gratitud y por amor.
En los veinte y los sesenta se proclamaron la libertad y el amor como banderas. Que lo sigan siendo a la distancia.