No es por echar la sal, pero... Compra AMLO querencias, no empresas
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El doctor Ken Hosanna llegó a su casa antes de la hora acostumbrada y sorprendió a su esposa en situación más que comprometida con un sujeto extraño. Antes de que el facultativo pudiera dar voz a su justificado enojo le dijo la señora: “Inventé esta variante para el libro ‘Qué hacer mientras llega el médico’”... Doña Débola quería ir a Europa con el sistema de “viaje ahora y pague después”. Opuso su marido: “No me gusta viajar con financiamiento ajeno”. “¿Qué? –replicó la doña–. ¿Te crees mejor que Cristóbal Colón?”... “El de la vista baja”. Tal era la expresión usada en otro tiempo para designar al cerdo, pues era de mal gusto pronunciar su nombre, y más aún decir “puerco”, “marrano” o “cochino”. Había palabras que no podían emplearse, y menos por las damas, pues se prestaban a equívocos que las damas ya conocían, lo cual hacía ocioso el eufemismo, pero de cualquier modo se recurría a él por pudicicia o buena educación. En el tendajo de la esquina –“Las 15 letras”; “La Reforma de la Virgen”– las señoras no pedían huevos, sino “blanquillos” o “producto de gallina”. El vocablo “chorizo” era igualmente malsonante: mis tías solteras iban a comprar “uno tras otro”. Sucedió que un introductor de ganado, comerciante en carnes, fue a hacer un recorrido por los ranchos de la sierra a fin de comprar alguna vaca vieja o chiva añosa para llevarla al rastro y vender luego su carne a los tablajeros, o sea a los dueños de carnicerías. Al pasar frente a un jacal vio a un puerco –“que sin perdón así se llaman”, escribió Cervantes– de buen ver: tres latas de manteca rendiría por lo menos, y competente ración de chicharrones y carnitas. Salió la señora de la casa, y el tratante le preguntó si vendía el marranito, y cuánto pedía por él. Sí lo vendía, y pedía por él 300 pesos. ¡300 pesos! Un cuino como ése, y aún mejor, costaba a lo más 30. Recordó el hombre al vendedor de elotes que los daba a 20 pesos, cuando los demás eloteros vendían los suyos a 2 pesos. Explicaba. “Es que yo con un pendejo que me caiga tengo”. A lo mejor la dueña del animalito veía en él al pendejo que esperaba. Le hizo notar a la mujer lo desmesurado del precio, y ella lo justificó.: “Es que mi difunto esposo quería mucho al puerquito, y mis hijos lo quieren mucho también”. Replicó el comerciante: “Señora: compro marrano, no querencia”. Yo pienso que López Obrador, contrariamente, compra querencia, no empresas. Quiere aparecer como el gran nacionalizador, a la manera de Lázaro Cárdenas o López Mateos, y no se detiene a considerar si lo que compra sirve al bien comunitario o es sólo para realzar su figura de nacionalista. En lo que hace a temas empresariales la política no cuenta; lo que manda es lo económico. AMLO y sus militares saben de administrar empresas lo que yo sé de física cuántica. (“Estás bueno para químico –me decía mi padre al verme tan flaquito–, porque no tienes nada de físico”). El Estado es de por sí mal administrador. Si a eso se añade la ineficiencia que ha mostrado el régimen actual ya se adivinará que la bancarrota en que se encuentran Pemex y la CFE aguarda a las empresas creadas o adquiridas por el monarca de la 4T. No quiero echarle la sal a la recién comprada empresa productora de sal, pero su futuro ahora se presenta incierto. Al tiempo... Noche de bodas. El novio salió del baño y vio a su dulcinea tendida en el tálamo nupcial, sin ropa ya y en postura que recordaba la de la Maja Desnuda, menos provocativa por cierto que la Maja Vestida. Le preguntó de buenas a primeras: “¿Eres virgen?”. Replicó ella: “¿Me vas a rezar? Entonces déjame ponerme de pie y cubrirme”... FIN.
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