Nuestro lenguaje delata aquello de lo que realmente estamos hechos
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A través del lenguaje nos comunicamos y podemos dar cuenta de todo lo que nos rodea. Por supuesto, está comprobado que en otros organismos se da también la magia de la comunicación, pero no de la forma como lo hemos logrado los seres humanos.
En el tiempo y en la historia, el lenguaje ha sido factor fundamental, dado que el “el hombre es un animal político”, es un ser social, vive en comunidad, en la ciudad, y para construirla o denostarla requiere de la comunicación.
El punto es encontrar el llamado justo medio aristotélico y encontrar el equilibrio pues decir y hacer en tiempo y en circunstancia marca la diferencia entre la verdad y la imprudencia. Los dobles discursos, las verdades a medias, las mentiras piadosas, la simulación, entre otras tantas inconsistencias discursivas, determinan cómo el lenguaje trasluce quiénes somos delante de los demás.
Y aunque por un tiempo mantengamos una cierta actitud frente a los demás, tarde que temprano nuestra forma de comunicarnos revelará si en nosotros existen convicciones, principios o ideales que sumen y multipliquen o que resten y dividan. No anda muy errado San Lucas (6,46) cuando afirma que “de la abundancia del corazón, habla la boca”, pero no debemos de olvidar tampoco que siempre lo que pensemos y decimos puede ser utilizado en nuestra contra.
En una sociedad como la nuestra: liquida (Zygmunt Bauman), del cansancio (Byung Chul Han) y del riesgo (Ulrich Beck), el lenguaje se ha convertido, aderezado por el contexto en el que vivimos –tecnologías de información, globalización, libre mercado, hedonismo, individualismo, redes sociales, relativismo moral–, en un factor de involución, de control y de fortalecimiento de la biopolítica (Michel Foucault) a través del cual muchos revelan sus verdaderas intenciones.
Seguro ha oído usted los dislates de gobernantes, líderes empresariales, religiosos y políticos que a través de su forma de comunicarse han quedado desnudados de frente a la opinión pública porque al final del día nos muestran quienes son por más disculpas que ofrecen, por una simple y sencilla razón, seguimos con Lucas, “porque del corazón habla la boca”.
Por supuesto, existe un derecho que ampara el manifestar nuestras ideas (Artículo 6 constitucional) y el derecho de expresarnos libremente (Artículo 7), pero también siempre es importante pensar y repensar lo que decimos porque “el pez por su boca muere”, o si quiere usted, porque inevitablemente sacaremos el racista, el xenófobo o el fascista que llevamos dentro.
Como ya lo habíamos asentado, el lenguaje revela nuestras posturas, sentimientos o cosmovisiones, se da con la conmemoración del Día Internacional de la Mujer donde podemos entender a cabalidad la idea que tenemos del heteropatriarcalismo, el clasismo o la discriminación cuando nos referimos al rol que desde cada perspectiva debiera de tener la mujer en este momento de la historia humana.
Un ejemplo de cómo nuestro discurso nos delata lo vimos en esta semana con la activista y presentadora de televisión Estefanía Veloz. En su cuenta oficial de Twitter nos regaló una pieza muy interesante que ahora se la comparto, dijo: “Estoy convencida de que las mujeres blancas debemos utilizar nuestro privilegio para que se escuche a las mujeres racializadas esas que desafían al sistema raciclasista. Hermanas blancas, ya no acaparemos el micrófono ayudemos a que suba el discurso. Descolonicémonos #8M2023”.
Aunque momentos después se dio cuenta no de la forma cómo se entendió sino de la interpretación de lo que se escribió, como en tiempos de Fox, se acuerda: “lo que el presidente quiso decir”, Estefanía salió a enmendar la plana argumentando: “Hace rato puse un tuit que se entendió mal, suele pasar en las plataformas. El mensaje es simple, apoyemos a la lucha antirracista en el movimiento feminista”.
¿Qué piensa al respecto? Se resbaló, le salió del alma o del corazón habla la boca. Sin ser literalista y otorgando el beneficio de la duda a la activista para no asumir el rol de juez, este es un ejemplo de lo importante del uso del lenguaje.
En una democracia donde la pluralidad, la inclusión y la diversidad son la base de la convivencia, aceptar las formas de ser, de obrar, de hablar, de mirar, de creer y de pensar de los demás, es reconocer la dignidad que tiene el otro. La tolerancia y el lenguaje asertivo son recursos necesarios para la convivencia cívica y eso a menudo lo olvidamos, porque no podemos contener y controlar aquello de lo que realmente estamos hechos.
En síntesis, el lenguaje es un gran delator de nuestros sentimientos, pensamientos, cosmovisiones, ideologías, posturas y de cómo apreciamos la realidad y de manera concreta, a los demás. Así las cosas.
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