Nueva amenaza en la gran montaña
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Prácticamente no ha llovido desde septiembre. En los últimos años, extensas zonas en las serranías de las regiones Sureste, Carbonífera y Norte de Coahuila han padecido intensamente la voracidad de las llamas. Varios incendios catastróficos han consumido sin piedad miles de hectáreas de pastizales, arbustos, matorrales, bosques y arbolado adulto en algunos municipios coahuilenses. En lo que va de esta primavera, la imponente sierra de Arteaga se ha visto seriamente afectada. Cuando ya se creía ganada la guerra, hace unos días se reportó la presencia de dos incendios forestales, uno en El Cedrito, activo todavía y el otro en El Tunal, controlado en un 90 por ciento. Unos días después, una descarga eléctrica detonó un nuevo incendio en la zona boscosa del predio Los Alpes, muy cerca de la carretera a Los Lirios. El combustible seco, el viento y el calor hacen lo suyo para imposibilitar el combate al fuego.
Hace 11 años, un rayo incendió las partes más altas de la majestuosa sierra de La Marta, en Arteaga, afectando los ejidos de Santa Clara y San Isidro de Ciénega del Toro, municipio neoleonés de Galeana, colindante con Coahuila. El fuego se propagó hasta
Monterreal. El siniestro en las serranías de El Burro y en El Bonito y La Sabina, en el norte de Coahuila, hizo al Gobierno Federal
de entonces, y por primera vez en la historia, declarar zona de desastre un incendio forestal. Con el actual gobierno de la 4T no existe siquiera la posibilidad de esa declaración.
Fuego sin tregua, cambiante en minutos; vientos descontrolados; cielo gris cargado de humo; intensas luces rojas al anochecer; calor sofocante; suelo ardiendo; serpientes y osos hambrientos que buscan alimento y nuevos refugios; osas y oseznos muertos en sus madrigueras; cedros, encinos rojos, blancos y azules, pinos y piñoneros, sotol, palmito, palmas de San Antonio, convertidos en cenizas; venados cola blanca, elk y axis, pumas, gatos monteses, osos negros, zorras, ardillas, codornices, guajolotes silvestres, conejos, zorrillos, liebres, águilas, cenzontles y jilgueros agonizantes es lo que encuentran los brigadistas de las instituciones oficiales del estado y los bomberos y propietarios de ranchos, vaqueros, cazadores y voluntarios experimentados de la región, que conocen bien la zona.
Palas, picos, azadones, machetes, motosierras, talaches, rastrillos, mochilas aspersoras, motobombas; autotanques, vehículos pesados, camiones, camionetas, aviones cisterna, helicópteros, agua, retardantes químicos y brazos incansables intentan combatir los siniestros en una zona, cuando miran elevarse las columnas de humo negro en otra. No les ayudan las condiciones adversas de la topografía, ni la vegetación y la fauna silvestre que deben vencer para llegar al lugar del incendio. Por la noche regresan los brigadistas a los campamentos con los cuerpos cansados, sudorosos, y los rostros negros, cubiertos de tierra y ceniza.
Ranchos ganaderos y cinegéticos devastados. Cientos de bebederos, corrales y kilómetros de cercas devorados por las llamas. La vegetación, fuente de alimento para la fauna silvestre, y los pastizales ganaderos, convertidos en cenizas. Incalculable daño a las especies animales de la región. Es el saldo que deja el lado oscuro del fuego, el lado del enemigo destructor, voraz e insaciable.
Se afirma que Saltillo, Arteaga y Castaños han resultado las zonas más afectadas. Gracias a que el gobernador Miguel Riquelme contrató la aeronave DC-10 que realiza descargas de 40 mil litros de agua pudo controlarse el amenazante incendio en el Cañón de San Lorenzo, en la sierra de Zapalinamé. Luego de permanecer su acceso restringido por los incendios, Profauna acaba de anunciar la apertura a partir de este fin de semana mediante reservación en la web del sitio y bajo estrictos controles de seguridad para la protección de esa zona natural proveedora del oxígeno y el agua de Saltillo. Si perdemos Zapalinamé, no habrá agua para Saltillo.