Nuevo Poder Judicial: una elección que nadie ve, pero que lo cambia todo

Opinión
/ 28 mayo 2025

El nuevo Poder Judicial federal nacería con una legitimidad limitada. Elegido, sí. Pero ¿representativo?, ¿justo?... Ojalá esta elección no sea el principio de una nueva crisis

Este domingo no se votará solamente por cargos. Se votará, quizá sin darnos del todo cuenta, por el destino de la justicia en México. En medio de campañas ruidosas, promesas efímeras y narrativas dominadas por la política, pasará casi de puntillas una elección que podría cambiarlo todo: por primera vez, los mexicanos elegiremos directamente a quienes integrarán parte del nuevo Poder Judicial. Ministros, magistrados y jueces estarán, por primera vez, sujetos al voto popular. Y aunque esto suena y debería sonar profundamente democrático, lo cierto es que llegamos a este momento sin haber entendido del todo qué estamos eligiendo, por qué lo estamos haciendo y, sobre todo, qué riesgos puede implicar.

Esta reforma judicial, avalada en 2024, se presentó como la gran democratización de la justicia. Como una forma de devolverle el poder al pueblo. Como una oportunidad histórica para limpiar a fondo uno de los poderes más opacos, elitistas y desconectados de la sociedad. Y sí, la intención puede ser legítima, incluso necesaria, pero la ruta, hasta ahora, ha sido compleja. Basta con revisar las listas de candidaturas. Esto, más que democratizar, podría traducirse en debilitar un poder que, por su naturaleza, debe ser independiente, técnico y sereno. ¿Estamos verdaderamente conscientes de a quién le vamos a entregar la justicia?

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Más allá del fondo, el proceso federal también ha sido una oportunidad perdida. No hubo una campaña institucional de gran calado para explicar cómo votar. No se impulsaron foros públicos ni debates amplios sobre los perfiles. Los mexicanos iremos a las urnas a elegir personas que no conocemos, que no han hablado con claridad y que, en muchos casos, no tienen trayectoria judicial ni credenciales sólidas. El Instituto Nacional Electoral (INE) ha hecho lo que ha podido dentro de un entorno presupuestal limitado y un mandato inédito, pero el resultado es una ciudadanía poco informada. En medio de la sobreinformación digital, esta elección pasó por debajo del radar de los grandes temas.

Ahora bien, cada entidad vive su propio proceso, con sus propias dinámicas. Hay estados, como Coahuila, donde el enfoque ha sido distinto. Aquí, el gobierno estatal ha priorizado una estrategia institucional para construir confianza, transparencia y participación real. Las diferencias importan. Y en tiempos de tanta confusión nacional, vale la pena resaltar lo que sí se está haciendo bien a nivel local.

Y, sin embargo, el gran temor persiste: que esta elección sea capturada por estructuras, no por convicciones. Que no gane el perfil más preparado ni el más honesto, sino aquel que cuente con el respaldo de un partido fuerte, de una maquinaria organizada o incluso de intereses poco visibles. Que el crimen organizado vea aquí una puerta abierta. Que el pueblo no elija con libertad, sino condicionado, presionado o desinformado.

Las encuestas anticipan una participación por debajo del 25 por ciento. En un país de más de 90 millones de electores, eso significaría que el nuevo Poder Judicial federal nacería con una legitimidad limitada. Elegido, sí. Pero ¿representativo?, ¿justo? Esas son preguntas más difíciles de responder.

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En días como estos, vale la pena hacer una pausa. No para descalificar todo, pero sí para reflexionar con seriedad sobre lo que está en juego. México necesita una justicia que funcione. Que no responda a intereses políticos. Que sea valiente con el poderoso y cercana con el vulnerable. Necesitamos jueces que no teman, pero tampoco se deban a nadie más que a la ley. Y eso no se construye con improvisación, sino con institucionalidad, con transparencia, con profesionalismo y con compromiso público. Ojalá esta elección no sea el principio de una nueva crisis. Ojalá sea, aunque en silencio, el punto de partida para un diálogo nacional sobre cómo queremos que funcione la justicia en este país.

Porque la justicia no se elige cada seis años. Se vive o se sufre todos los días. Y lo que se votará este domingo, aunque parezca técnico o lejano, marcará la vida cotidiana de millones de personas. El futuro no siempre se define en las plazas públicas ni en los discursos encendidos. A veces se juega en silencio, en una urna, en una decisión solitaria. Y esta vez, esa decisión pesa más de lo que parece.

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