Osos negros, un preciado alimento del antiguo Saltillo
A propósito de las esculturas instaladas en el Paseo Capital, volvemos hoy con el tema de los osos como protagonistas de algún episodio consignado en un rinconcito casi invisible de la historia local o quizás en algún fragmento de las memorias de algún saltillense que se ocupó de escribirlas y que a veces brindan preciosos detalles de la vida cotidiana de la ciudad, aunque la historia oficial no las considere así. Los últimos años hemos visto un mayor número de osos negros que bajan desde el Cañón de San Lorenzo y aún de las estribaciones de la Sierra Madre Oriental al sur de la montaña de Zapalinamé, en busca de alimentos, cada vez más escasos en su hábitat natural a causa de los incendios, que acaban con la flora y la fauna en lo alto de la sierra y los muchos años que tarda en reponerse la vegetación.
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A fines del siglo 19 y casi todo el siglo 20, cuando la cacería era permitida en la región, los osos se consideraban trofeos de caza. En muchas casas, sobre todo en los ranchos, podía verse tendida en el suelo, como alfombra, alguna piel de oso negro con la cabeza disecada, en ocasiones con el hocico entreabierto enseñando los afilados colmillos en señal de su fiereza.
Vito Alessio Robles, considerado el padre de la historiografía del noreste de México, describe en sus Memorias y Diario la distribución de las casas en la hacienda de Mesillas en el municipio de Ramos Arizpe para repeler los ataques de indios apaches y comanches, y narra que la casa de su tío Manuel Robles tenía tapizadas las paredes con los trofeos de cacería: pieles de oso, bisonte, puma y venado, y trajes completos de apaches y comanches, fabricados en gamuza con arreos de plumas. También colgaban de las paredes armas de todas clases, muchas obtenidas en los ataques de los indios: “flechas o jaras provistas de puntas envenenadas por los atacantes con un ungüento fabricado de polvo de hormigas tostadas ligeramente en un comal y mezclado con grasa o sebo”.
Y no sólo la piel, también la carne de oso era bien apreciada como alimento. El oso no era de las especies mayores que entraban normalmente al rastro y al mercado de la carne para consumo humano, pero las comunidades rurales, sobre todo, se alegraban cuando algún fortuito acontecimiento la traía a su mesa en un buen guisado o cocinada en tamales para toda una ranchería o poblado. Esos imponentes animales por su tamaño y su peso, en ocasiones brindaban alimento a los habitantes de las haciendas al sur de Coahuila. Su carne fresca era guisada para preparar tamales o se ponía a secar para consumirla machacada posteriormente.
A fines del siglo 19, se dio en Coahuila una difícil situación política a causa de las intenciones de reelegirse por segunda ocasión del entonces gobernador, coronel José María Garza Galán, quien, incluso, mandó encarcelar a quienes se oponían a su ya larga permanencia en el poder estatal. La situación quedó solucionada cuando don Porfirio Díaz impuso otro gobernador. Sin embargo, años atrás, la comunidad saltillense había celebrado con grandeza la reelección de Garza Galán con una serie de festividades patrocinadas por los diversos sectores de la ciudad.
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En aquella ocasión se celebró entre otros muchos actos, un gran banquete ofrecido por un grupo de los amigos de Garza Galán en el “Salón Mayor” del Ateneo Fuente, dice la crónica, seguramente refiriéndose al Salón de Actos, adornado con elegancia y sobriedad para recibir a 300 invitados. Sorprende el menú. El banquete fue preparado por la compañía francesa Hof y Cie., y consecuentemente, el menú fue impreso en idioma francés, en elegantes tarjetas colocadas en cada lugar, de modo que cada comensal pudiera tenerlo a la vista. El listado incluye diferentes vinos para acompañar los múltiples platillos de que se compone el menú, y entre las carnes uno de ellos era: “Ours a la Garza Galán”, en español “Oso a la Garza Galán”. Los otros platos fuertes eran: Filete en salsa de Champiñones, Jamón en salsa de Champaña y Ciervo a la gelatina. Es decir, en aquel banquete celebrado en la capital coahuilense, cuando todavía no daba la bienvenida al siglo 20, se sirvieron platillos de carne de oso, res, puerco y venado.