Para no verte más
Olvidemos las filas interminables. Al familiar remilgoso, contaminantes. El vecino gandalla con toda la prole tapando la cochera de nuestro hogar. Si de algo funciona, los tíos, hermanos mayores e invitados espontáneos, ya estarán lo suficiente bebidos, como para olvidar los buenos modales.
Ya la sobrina desarrollada mantiene las actualizaciones para su OF. Lleva debajo, es un decir, de la minifalda y del top de carnaval brasileño, el conjunto con las figuras del Grinch. La imaginación del porqué su novio-pareja tiene facha de narco belicoso de colonia peligrosa.
No les pregunté sobre los negocios o cuál es el grado de estudios. Los dejamos en la mesa de los intermedios juveniles. Servida la cena nunca falta el quisquilloso, el alérgico a los alimentos bien procesados.
Aún falta la segunda visita obligada. Trasladarse a casa de los suegros. Hasta el otro lado de la ciudad. Entonces consulta el Waze y el mapa. Hasta Antialcohólicas Monterrey. Conocer las rutas seguras. Entre calles. Nada de avenidas.
El año pasado al tío menos ebrio cayó en un anticonstitucional retén. Multa de 20 mil pesos, 12 horas de detención en la comisaria y el pago del arrastre con la debida pensión del servicio concesionado del alcalde.
Ahí van todos los menos tomados a llamar a los contactos.
La Nochebuena demuestra la desorganización, falta de pragmatismo e idiosincrasia de nuestra naturaleza mexicana. Con nadie quedamos mal. Jamás nos rajamos. La palabra empeñada jamás será olvidada.
Aquí va a repetir la faena la familia. Los consejos son pasmosos. Si se portan mal los hijos, no llegará Santa Claus. Debajo del pino habrá caca de caballo o un costal de carbón.
Primero saluden a los abuelos. Muestren educación. Por eso asisten a colegio, no a escuela pública. Menos de la 4T.