Pasó el Ejército de ser nacional a presidencial

Opinión
/ 17 abril 2024

El príncipe le entregó al primer ministro un brassiére de tamaño supergrande. “Haz que se lo prueben todas las doncellas del reino –le ordenó–. La que lo llene se casará conmigo. Se me ocurrió esta nueva versión del cuento de la Cenicienta”... Un individuo no vio el semáforo en rojo y fue a chocar con el cochecito compacto que conducía una monjita. Descendió del vehículo la sor y le dijo al torpe tipo: “Los sagrados hábitos que visto me impiden decir lo que pienso de usted, y me obligan a devolver bien por mal. Entonces le pido a Dios que su mamacita nunca lo vaya a morder”... Pasaba la medianoche, y el novio de Glafira no se iba. Don Poseidón, el severo genitor de la muchacha, le preguntó a su hija desde lo alto del segundo piso: “¿Todavía está ahí tu novio?”. “Ya no, papá –respondió ella–. Ahora estamos viendo la tele”... Hay quienes dicen que el Ejército Nacional se ha convertido en Ejército Presidencial, y que en vez de defender a la Patria se ocupa ahora en defender su patrimonio. Lejos de mí la temeraria idea de suscribir tal aseveración. No quiero exponerme a que después me señalen en la calle: “Mira: ése que va ahí suscribe aseveraciones”. Me preocupa, sin embargo, la aceptación por parte de las Fuerzas Armadas de las variadas encomiendas –me resisto a decir “empresas” o “negocios”– que López Obrador les ha entregado, y que han sido aceptadas fuera de todo orden constitucional e institucional. Cuando la próxima Presidenta de México, sea Gálvez o Sheinbaum –se citan por riguroso orden alfabético–, ciña la banda presidencial, los militares se encontrarán en un dilema: ser leales a su nueva Jefa Suprema o mantener su vínculo de subordinación con quien los llenó de privilegios, dádivas, prebendas y otras indebidas y peligrosas ocasiones de enriquecimiento impropias de quienes han jurado dedicar su vida a servir a la Nación. En este segundo caso, si escogieran seguir a las órdenes del que ya no será Presidente, sino mero político, darían un verdadero golpe de Estado, y pasarían a la Historia en la misma deshonrosa manera que Victoriano Huerta y otros traidores de similar jaez. No digo que eso pueda suceder, pero me inquietan el apego de López al poder, la visible tendencia que ha mostrado a influir sobre aquélla a quien entregó el bastón de mando y su constante negativa a reconocer los triunfos de sus adversarios cuando éstos lo han vencido en las urnas. Los militares y marinos deben su lealtad a México, no a un individuo. Le harían un gran servicio a la Patria si una vez concluido este sexenio hacen renuncia a todos los encargos que AMLO les entregó en violación flagrante de la ley y con claras intenciones de comprar sus voluntades. En cada hijo el cielo le dio a la Patria un soldado, no un negociante o mercader... El exalumno del Colegio de la Colegiata le preguntó a uno de sus compañeros de generación: “¿Supiste que hace tiempo falleció nuestro amigo Patané?”. “Sí –respondió el otro–. Todos los días lloro amargamente su desaparición”. “¿Tanto así lo quisiste?” –se sorprendió el primero–. “No –aclaró el otro, mohíno–. Lo que pasa es que me casé con su viuda”... Aquel señor le dijo a su esposa: “El vecino está vendiendo su casa a precio de ganga. Es una pena que no tengamos para comprarla”. “Sí tenemos –le informó la señora–. Dispongo de una muy buena cantidad”. El hombre se atufó. “¿De dónde sacaste ese dinero?”. Explico ella: “Desde que nos casamos, cada vez que me hacías el amor tomaba cinco billetes de mil pesos y los guardaba en una caja. Ahí está ese ahorro”. “¡Carajo! –se consternó el marido–. ¡Si he sabido eso habría hecho contigo todos mis depósitos!”... FIN.

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