El sospechosismo en el continuismo
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La situación de Coahuila obliga a superar lo más pronto posible cualquier situación que pueda afectar la marcha progresista del estado.
Los actores políticos que están promoviendo la judicialización de la calificación del proceso electoral para renovar la gubernatura le están haciendo daño a Coahuila. Su obligación democrática es reconocer el resultado de las urnas.
Esperar hasta que el Tribunal Federal Electoral emita su fallo final va a afectar muchas cuestiones que no debieran pasar.
No obstante, ello, el gobernador electo, Miguel Riquelme Solís, ya está trabajando intensamente en el diseño de su Plan de Gobierno, que va a venir a relanzar el desarrollo de la entidad, en un entorno nacional y global, que no es precisamente el más propicio.
Hay un sector de la población, muy amplio, el que decidió la elección, que quiere que a la mayor brevedad se establezca el final (final-final) de la gestión actual (y la pasada).
En el ambiente político de la sociedad impera aquella frase, “los que bailaron ya bailaron, ahora les toca sentarse. La clase política de todos los colores esperan que se haga realidad. Más claro ni el agua.
Aquí se juntan dos asuntos. Uno: la capacidad política y el margen de maniobra del electo, para pintar la raya que todo Coahuila está esperando.
Dos: los que se van (después de doce años) tienen que entender que se acabó su tiempo. Que ya no pueden seguir en las mismas. Que ayudan alejándose, o afectan, entrometiéndose.
Ese es un tema que no debiera estar a debate. Pero por alguna razón estamos escribiendo de ello.
Nadie en su sano juicio, por decir algo, puede pensar que Riquelme va a tolerar acciones, posturas, o jugarretas que vengan a tratar de perpetuar la presencia o injerencia de quienes están concluyendo su mandato.
Será la historia, y los ciudadanos, los que decidan como recordarlos, y que lugar otorgarles en el pasado del estado.
El desgaste ha sido brutal. Inimaginable. Por algo el resultado fue tan cerrado, en un estado genéticamente priista.
Se demanda capacidad y habilidad del que llega. Se requiere madurez y civilidad de los que se van.
Hay que acabar con todas las formas de sospechosismo en el continuismo.
No hay lugar, en la situación actual, para estrategias de limitación a las facultades de quien ha obtenido el mayor número de votos en las urnas, es decir la victoria para gobernar Coahuila en los próximos seis años.
No es lo mismos que algunos alaben el maquiavelismo, o la astucia y sagacidad operativa en la política, trasladada en la contienda, que tolerar acciones de inteligencia entre los mismos, que luego algunos promotores de la discordia puedan llegar al extremo de calificar como acciones encubiertas de supervisión.
Mencionar la palabra espionaje no tendría ninguna justificación, mucho menos después del daño causado por el artículo del New York Times.
Está en marcha la operación reconciliación, que se facilitará mucho más si va a aparejada con la operación despedida, que debe ser promovida por los que se van.
Riquelme viene con todo. Con su energía, con su carácter, con su visión, con su arrojo, con su responsabilidad social, con su amor…con un equipo propio, muy propio y muy leal…con el respaldo ciudadano, con eso va a consolidar su propio espacio.
Es de lamentar, que a quienes promueven la discordia coahuilense con su campaña se hayan sumado quienes contaban con reconocimiento a su trayectoria, a su congruencia, a su lealtad partidista, como el caso de uno de los candidatos independientes, que se ha sumado a los que quieren obstaculizar la legítima decisión democrática de la mayoría de la sociedad coahuilense.