¿Se puede aprender algo del COVID-19?
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La pandemia del coronavirus (COVID-19) puede servir para comprender cómo podría el sistema de salud responder ante otros retos epidemiológicos, más allá de esta coyuntura. Sin la viralidad del COVID-19, otros males como diabetes e hipertensión requieren medidas similares.
Tres condiciones de salud son claras en esta crisis: todos estamos expuestos a riegos, hay grupos de población y situaciones que incrementan significativamente el riesgo, hay fases en la enfermedad antes de llegar a una condición crítica.
Estas tres condiciones requieren tratamiento distinto. Las dos primeras requieren medidas preventivas, pero de diferente índole.
Ante el COVID-19 se dice que el lavado de manos, el uso de alcohol en gel, la suspensión de actos que concentran personas, entre otras medidas "sencillas" reducen el riesgo general. En cambio una persona que regresa de Wuhan o de Italia, requiere ser sometida a aislamiento total.
En ambos casos se trata de medidas preventivas, pero muy distintas, dependiendo del riesgo específico.
Ante la pandemia de diabetes mellitus o de hipertensión que son las dos principales causas de mortalidad en México, casi todas las personas estamos expuestas al riesgo. Pero hay un grupo de riesgo definido: quienes presentan sobrepeso, se alimentan con dietas altas en grasas y azúcares y viven una vida sedentaria.
Las medidas de prevención para la población en general pueden ser los mensajes de "come frutas y verduras". Pero para el grupo con riesgo definido, que representa alrededor del 50% de la población, las medidas para evitar la diabetes son mucho más intensas y específicas.
Y si bien, en gran parte estas medidas dependen sobre todo de las personas y no del médico o del sistema de salud, por su escala poblacional y por sus conocidas secuelas, su aplicación no puede dejarse únicamente a la libre voluntad de cada persona.
Un sistema de salud que funciona bien desde la atención primaria, que cuenta con medidas estrictas de prevención, debe llevar un control nominal de cada persona que presenta los factores específicos de riesgo y aplicar un protocolo definido, como realizar chequeos trimestrales de glucosa, consejería para el cambio de hábitos alimenticios y de vida sedentaria, para el ejemplo usado. Y si la persona no mejora o si empeora, por ejemplo si pasa de sobrepeso a obesidad, aplicar protocolos más estrictos.
Ya en la fase de enfermedad, la clave es la detección oportuna y las medidas de contención. Desconozco el protocolo de tratamiento del COVID-19, entiendo que se trataría de curar la fibrosis y su complicación que podría causar daño pulmonar y muerte.
Por fortuna el tratamiento de la diabetes sí está disponible. La ciencia médica sabe "perfectamente" qué hacer para que una persona con diabetes pueda vivir una vida "normal", si toma medidas de alimentación y activación, se aplica regularmente insulina y mide diariamente su glucosa.
En cambio, si la persona con diabetes no atiende este tratamiento "sencillo", evoluciona a situaciones que derivan en ceguera, amputaciones o a requerir hemodiálisis, las cuales evidentemente tienen un costo mayor en dolor y también económico.
El acceso universal a la salud inicia con la atención primaria en salud. Sin menoscabo de garantizar también el segundo y tercer nivel de atención para quienes los requieren, no hay manera de garantizar el derecho a la salud, con un sistema que descuidó la atención primaria y que deja el primer contacto en manos de consultorios adyacentes a farmacias.
Superando esta crisis, toca transformar el sistema de salud que hoy está segmentado, es inequitativo y está centrado en lo curativo, para construir un sistema universal centrado en la persona, que garantice calidad y equidad.
Para ello el punto de partida es la atención primaria en salud, con medidas preventivas adecuadas para quienes presentan riesgos específicos, con detección oportuna y con tratamiento de contención en las primeras fases de la enfermedad. Aprendamos.
Twitter: @rghermosillo